Mirada humanista de los ODS
En un sinnúmero de diálogos en los que participo, escucho o percibo que pareciera que los acontecimientos los llevaran a tener una comprensión negativa o pesimista, por no decir “apocalíptica” del mundo de hoy. Pero mi respuesta a este sentimiento es contraria; es cierto que en el mundo existen amenazas, pero también hay muchos aspectos que nos generan esperanza y ganas de seguir apostándole a la construcción de un escenario social más humano. Estamos invitados diariamente a ser transformadores de esta realidad que nos correspondió vivir.
Transformar el mundo es una de las frases que sobresale en el preámbulo de la Agenda 2030. Las situaciones de exclusión, desigualdad e injusticias que viven los más pobres, tienen que ser transformadas para que de verdad todo se oriente al bien común y el desarrollo humano integral y sostenible.
Los claroscuros que encontramos en la actualidad nos invitan a pensar y actuar de manera urgente en favor de las personas y de la sociedad en general debido a que tenemos una responsabilidad compartida, que no puede verse sumergida en la indiferencia absurda en la que hemos ido cayendo a propósito de un paradigma egoísta e individual, reflejado en sistemas económicos y políticos que finalmente se hacen cultura, y propician las grandes brechas.
La pregunta por las causas de los desequilibrios de la sociedad encuentra respuesta efectiva en voluntades humanas e institucionales que deben sentirse interpeladas a comprender las diversas dimensiones del desarrollo con sentido humano, al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. El horizonte de acción debe ser el del bien común.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) nos invitan -a todos- a hacer realidad, con decisión y responsabilidad, un mundo donde se ponga fin a la pobreza y al hambre, a combatir las desigualdades, a construir un mundo más pacífico, justo e inclusivo, a proteger los derechos humanos, el empoderamiento de todos los actores, a cuidar del planeta y de sus recursos naturales, y a generar las condiciones de un crecimiento económico sostenible para una prosperidad compartida y un trabajo decente (Agenda 2030, Declaración 3)
En este contexto, una vez más afirmo el valor de la educación como ese motor de transformación fundamental para promover los derechos humanos, erradicar la pobreza y construir un futuro más próspero y sostenible, sin distinción alguna entre la humanidad.
La transformación que se pretende tiene un ambicioso horizonte: un mundo en el que sea universal el respeto a la dignidad de todas las personas y se reconozcan sus derechos humanos, en el que reine la justicia, la igualdad y la no discriminación, en el que se respeten las razas, la diversidad cultural y religiosa; un mundo que posibilite el acceso equitativo, inclusivo y universal a una educación de calidad; donde todos los seres humanos vivan en armonía con la naturaleza y se reafirme una visión humanista en las relaciones.
“Hemos trazado el camino hacia el desarrollo sostenible, y todos nosotros debemos garantizar que el viaje llegue a buen puerto y que sus logros sean irreversibles” (Agenda 2030. Declaración, 53).