Mis maestros clave, una inspiración
La humanidad se enfrenta a un mundo cambiante en muchos sentidos y dimensiones de los cuales ninguna persona puede soslayarse. Se ha pasado de épocas a épocas y, en este contexto, se habla hoy de la era de la innovación y de la digitalización; también de la biodiversidad y el cambio climático, del cuidado de la “casa común”, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y de muchas otras cosas más que nos invitan a pensar y a organizar de una manera distinta nuestras ideas y los emprendimientos que surgen de esos pensamientos coherentes con las interpelaciones que la realidad nos está haciendo. Definitivamente, todo está cambiando. Cambian los modelos, los valores, la sociedad; todo se está redefiniendo y se da la disrupción.
En el marco de la innovación, los países están redefiniendo sus competencias globales. Se trata, en este sentido, de encontrar soluciones a los problemas pertinentes de cada nación, pero al mismo tiempo a los problemas que, a nivel mundial, son parte de la agenda y del interés de todos. ¿Qué hacer por ejemplo con la preservación del ambiente?, pero también ¿qué hacer con los conflictos y las guerras a nivel local, regional y mundial como las que vivimos actualmente?, ¿cuál decisión tomar respecto a los fenómenos climáticos, después de la COP 27?. Al respecto, se necesita la unión de todos y con nuevas ideas encontrar las soluciones. Es aquí, en este ámbito donde el tema educativo se pone en discusión.
Ciertamente, pareciera que la educación fuese la “tierra prometida”, pero al mismo tiempo, resulta ser la gran problemática de quienes están al frente de la gestión académica de Instituciones de Educación Superior (IES). Las brechas de aprendizaje son una realidad entre lo que hoy están desarrollando los estudiantes y lo que realmente deberían conocer, saber, sentirse habilitados, competentes para enfrentar con éxito la realidad del mundo actual, la realidad de esta nueva era de la innovación. Con pena, pareciera que, en este aspecto, el sistema educativo se está preparando para un mundo que está desapareciendo rápidamente.
La pregunta que surge, entonces, es ¿para qué se educa y cómo se educa? Algunos expertos de la educación afirman que la efectividad de una práctica docente universitaria requiere del empleo de estrategias que impulsen la innovación, la conciencia crítica, el análisis y un espíritu creativo a través de metodologías activas y participativas. No ha sido fácil dar este salto cualitativo a lo largo del tiempo, especialmente en el marco de una institucionalidad de la educación superior que ha sido bastante rígida a la hora de introducir los cambios, en el momento de plantearse una nueva manera de hacer lo que le corresponde. Este es el desafío.
Se hace necesario pasar de un “modelo industrial” educativo a un modelo innovador educativo universitario, es decir más abierto, más de abajo hacia arriba, donde los maestros son acompañantes de un proceso formativo, donde la participación y el trabajo colaborativo son fundamentales para realizar el proyecto educativo. Un maestro mediador -como lo han sido tantos- que hoy recuerdo con apreciado cariño y admiración, desde mi niñez hasta el día de hoy: la “seño” Josefina, también Raquel, Miltha, Julia, Xiomara, Elvia, el profesor Vélez, Luna, Cerro, Álvarez, Juliao, Jaramillo, García-Herreros, De Roux, Gutiérrez, Zea, Bravo, Baena, Sergio, White, Nenna, Ferreiro y tantos otros que marcaron mi vocación académica y la motivación constante por el aprendizaje que aún me envuelve y me motiva a seguir aprendiendo y a asumir esta dimensión de mediador de este.
La experiencia sentida y vivida a través del proceso de enseñanza-aprendizaje me lleva, una vez más a proponer la pregunta: ¿cuál es el perfil del maestro de esta época de la innovación y su rol en la función docente?