Un fomento real para la educación
En las primeras décadas de este siglo XXI muchos países han procurado hacer inversiones en la educación superior desde una perspectiva estratégica materializada en presupuestos anuales. La intención de varias iniciativas en este contexto ha sido buscar el desarrollo de la calidad de las Instituciones de Educación Superior (IES), de tal manera que transiten hacia definiciones que conocemos “de clase mundial”.
En nuestro país esta decisión y esfuerzo también ha sido parte del propósito de los gobiernos de los últimos años, aumentando significativamente el presupuesto de inversión. No podría ser de otra manera si lo que queremos es transformar la apuesta educativa integral en todos sus niveles, pero de modo particular, en la educación terciaria.
Es más que necesario el fomento, por parte de la institucionalidad del sistema educativo, para lograr una evolución de la educación como la soñamos, que hoy está atravesada por novedades tecnológicas a través de la virtualidad, las soluciones digitales, los recursos educativos, entre otros. El futuro de la educación superior nos señala aspectos críticos que constituyen desafíos y oportunidades en el proceso de enseñanza-aprendizaje y evaluación.
Entre los tantos retos existentes es importante resaltar el de la individualización del proceso educativo. Tener las capacidades para que el proyecto educativo se identifique con las características del estudiante de tal manera que se facilite personalizar el proceso, dejando atrás el carácter masivo que le ha caracterizado. Insisto, esto requiere del fomento por parte de todos los actores -especialmente del gobierno nacional- a través de sus políticas, pensando siempre en el conjunto de los que prestan el servicio público de educación superior, reconociendo la fortaleza de contar con un sistema educativo mixto.
Los últimos años nos han enseñado a gestionar las incertidumbres de diversas causas. Esto nos tiene que enseñar a que debemos dar el paso a que existan rupturas que nos lleven a concebir los nuevos modelos educativos, como nos ha tocado en este tiempo a la luz de la última pandemia vivida y que afectó considerablemente al sector. Aunque es un modelo que se irá́ construyendo sobre la marcha, las Instituciones de Educación Superior (IES) deberán reforzar los mecanismos de apoyo a los estudiantes, puesto que los efectos -tanto positivos como negativos- pueden incidir directamente en el desempeño académico, y en la deserción o permanencia.
La necesidad del fomento es mucho más exigido porque las nuevas tecnología emergentes y de manera especial la Inteligencia Artificial (IA) nos están retando para hacer de la propuesta educativa un camino de mayor flexibilidad, incluso dentro de lo micro curricular. Esta IA generativa están denotando un cambio inmenso que en este caso es el creativo.
Esto transforma los procesos en el sector educativo, no solo los de docencia, sino los de investigación y extensión/proyección. Todo esto nos llevará a pensar sobre los modelos pedagógicos y de evaluación, para incorporar esta nueva realidad de manera activa en los procesos educativos, no para evitarla.
Poner en primer lugar las necesidades de los estudiantes, competencias y capacidades, lleva a pensar en cómo adaptar los recursos didácticos, pedagógicos y contenidos para la estructuración de rutas de formación efectivas y exitosas. Allí es cuanto más se requiere de un fomento real, y no de papel, con políticas de Estado, y no de gobierno.