Analistas 21/10/2023

Valorar al profesor

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Esta semana tuve la oportunidad de leer un artículo del diario El País de España (edición del 15 de enero de 2023) que hacía referencia a una situación que se está viviendo en esa región del mundo (Cfr. El profesorado en España 2023), pero pensaría que puede ser también una realidad que en Colombia vivimos desde hace años y que en estos últimos tiempos se ha acrecentado.

Se trata de la situación de los profesores que están llegando al límite de dejar su profesión. Un problema muy complejo para el sistema educativo colombiano que no ha comprendido que ser maestro o profesor, especialmente para los contextos más recónditos del país, es una necesidad imperante para lograr que muchos niños puedan salir de sus diversas complejidades humanas y sociales. Si la sociedad no le entrega una valoración social suficiente a los profesores que les genere un mayor prestigio será difícil que estos se desarrollen de modo vocacional y que se decanten por su relevancia.

Teniendo la experiencia de ser profesor, considero que el gusto por la enseñanza y el interés vocacional representan los motivos más importantes a la hora de elegir y vivir la profesión docente. Esta vivencia debería ser para cualquier persona de la sociedad a la hora de preguntarse cómo podría servir a esta, sin embargo, resulta llamativo que contribuir a la mejora de la sociedad se sitúe entre los motivos menos elegidos.

Sucede lo mismo con otras razones más pragmáticas que lamentablemente se dicen como, por ejemplo, la falta de oportunidades profesionales, también el mal pago de estos por parte de los gobiernos locales o nacionales y la falta real de reconocimiento que los lleva al cansancio y desanimo por seguir sirviendo como profesores.

Este resultado podría explicarse por la elevada responsabilidad y exigencia que conlleva para el profesorado contribuir a este fin. Se les pide preparar a los estudiantes para vivir en una sociedad que espera de ellos aptitudes y motivaciones que les permitan seguir aprendiendo a lo largo de la vida, atribuyendo a la experiencia educativa un papel decisivo en su devenir vital. Esta complejidad se ve agravada por las dificultades que atraviesan los centros de formación, que, paralelamente, aumentan las expectativas depositadas en el profesorado.

Este estado anímico puede que se haya acentuado en los últimos años por diversos motivos, como los continuos cambios legislativos, la desconexión entre la capacitación y las necesidades del aula, la falta de definición de la carrera profesional docente, el incremento de la burocracia, el rendimiento de cuentas o la atención a la diversidad. Así, no es de extrañar que la falta de motivación sea uno de los aspectos que representa más dificultad en el desarrollo de su tarea docente.

Esta realidad nos exige manifestar un mayor reconocimiento por los profesores para que sientan que se les valora, que gozan de prestigio social porque ofrecen un servicio que la sociedad aprecia y considera importante.

Sin duda alguna, también es necesario que los profesores asuman con responsabilidad el cumplimiento de sus funciones a través de sus competencias y de una formación permanente que les ayude a dar cuenta de sus respuestas adecuadas al mundo nuevo de la pedagogía y didácticas en función de una evaluación reflexiva y crítica de su propia practica. El prestigio de la profesión docente se apoya en la exigencia personal y social, la selectividad, la remuneración y la evaluación constante que implica su respuesta ante los cambios del sector educativo.

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