Colombia ha sido históricamente protagonista de la aviación regional e incluso mundial. Aquí nació una de las primeras aerolíneas comerciales del mundo en 1919 (Scadta, hoy Avianca).
Sin embargo, casi 100 años después, aún estábamos lejos de los beneficios que estaban propiciando las aerolíneas low cost, especialmente en Estados Unidos y Europa. Pocas aerolíneas, altas tarifas y escasas frecuencias era nuestro panorama para principios del siglo XXI. La conectividad aérea de Colombia, un país con una geografía agreste, estaba en manos de muy pocas aerolíneas comerciales y la aerolínea estatal Satena.
Eso comenzaría a cambiar con la entrada en operación en el año 2012 de un gran dinamizador del mercado aéreo colombiano: Viva Colombia (hoy Viva Air). Comenzaría así en el país la revolución de las tarifas bajas y volar en avión dejaría de ser un privilegio de pocos.
Con un no despreciable mercado de 50 millones de habitantes, una economía con crecimiento estable y una tendencia de superación de pobreza de muchos individuos, Colombia se convertía en un magnifico escenario para la operación aérea.
En años posteriores, más aerolíneas aterrizaron en el país ofreciendo mayores frecuencias nacionales e internacionales, por supuesto con mejores tarifas. Colombia comenzaba a gozar de una mayor conectividad aérea, a mejorar su infraestructura aeroportuaria y a dinamizar su mercado aéreo. Se democratizó entonces el cielo colombiano.
¿Cuántas personas han logrado viajar en avión (o aspiran a hacerlo) por primera vez en su vida gracias a las aerolíneas low cost?
No obstante estos cambios positivos, aún nos falta mucho.
Ningún jugador del mercado debería sentirse cómodo e intocable. En el mercado aéreo colombiano deben existir más facilidades para competir. Mayor competencia es igual a mejores tarifas, mayores frecuencias y mejor servicio para el usuario.
Abrir los cielos del país a la libre competencia en igualdad de condiciones a aerolíneas nacionales y extranjeras, podría hacer que Colombia pueda convertirse definitivamente por su posición geoestratégica, en el importante hub aéreo del que tanto se ha hablado.
Con un mercado abierto no sólo ganan los viajeros y las mismas aerolíneas (pues la competencia las hace más competitivas). Un vuelo lleno de pasajeros, arribando a cualquier ciudad del país tiene un alto impacto indirecto al dinamizar otros sectores de la economía: transporte terrestre, restaurantes, agencias de viajes, catering, hoteles, entre otros.
El mercado aéreo colombiano tiene un potencial enorme y el catalizador de todo esto fue el modelo low cost. Prueba de esto es que en el 2012 (entrada en operación de Viva Colombia) se movían en los aeropuertos del país cerca de 25 millones de pasajeros.
En el 2019, esta cifra ya superaba los 41 millones. Las buenas consecuencias de esto no paran: pronto operará en el país otra aerolínea low cost con bandera colombiana (Ultra Air) y Avianca reacomodará los asientos de sus cabinas para ofrecer mejores tarifas en vuelos nacionales.
El incremento de la demanda interna de vuelos y el aumento de turistas extranjeros, que llegó a los 4,5 millones antes del inicio de la pandemia, deberían ser una razón suficiente para realizar los cambios que requiere el mercado aéreo colombiano para ser más competitivo.