Se estima que el modelo el modelo low cost data de los años 70 con el nacimiento, en el estado de Texas, de la aerolínea norteamericana Southwest Airlines.
Este modelo consiste en la optimización de costos operativos a partir de la eficiencia operativa, la estandarización, el uso de tecnología y las economías de escala para ser competitivos de cara al mercado. Lo bonito de esto es cómo toda la estructura de las empresas que adoptan este modelo se adapta para satisfacer dos necesidades básicas de los consumidores: calidad y precio.
El modelo low cost tuvo un boom en la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX, especialmente impulsado por fenómenos como la globalización, el acceso a cadenas de abastecimiento más eficientes, avances tecnológicos, reducción de la pobreza, aumento de la productividad, mayor acceso a la información e, incluso, las crisis mundiales.
Hoy en día, el modelo low cost ha llegado enhorabuena a muchos sectores de la economía colombiana, entre ellos: hotelería, restaurantes, supermercados, aerolíneas, telefonía celular, sector financiero, retail y gimnasios.
Todas las empresas que han apostado a este modelo tienen en común que han venido ganando participación de mercado en los distintos sectores de la economía en los que se mueven, no solo ante antiguos y consolidados jugadores, sino expandiéndolo al conseguir nuevos consumidores que antes no aspiraban a los bienes y servicios que ahora les ofrecen las compañías low cost.
Este modelo ha entregado mayor poder de decisión de compra al consumidor, brindado alternativas a las cuales muchas personas ni siquiera aspiraban. Por ejemplo: un jamón serrano al mismo precio de un jamón convencional, un vuelo a la costa en aviones de última generación al mismo precio de un viaje en bus, un plan de telefonía móvil con datos y minutos suficientes como para no tener que preocuparse por la conectividad.
Enfocarse en las necesidades básicas del consumidor para satisfacerlas, sin caer en la degradación de la calidad. De eso se trata. De encontrar ese equilibrio entre la calidad y precio esperados por el cliente, y la calidad y precio entregados por la empresa. En ese punto en el que todo funciona: hay un cliente satisfecho, unos costos cubiertos operativos y una utilidad mínima esperada.
Lo único que necesita el modelo es replicarse en tantas partes como sea posible para llegar a nuevos consumidores y así poder alcanzar economías de escala que hagan más rentable el negocio. Y cuando se replica este modelo, se democratiza el consumo. Segmentos del mercado al cual no apuntaban los productos y servicios tradicionales, que estaban desatendidos y que hoy tienen la capacidad de compra para adquirir ese bien o servicio con precio y calidad justos.
En Colombia, millones de personas, especialmente de escasos recursos, se benefician a diario como consumidores del modelo low cost, el cual les ofrece alternativas de compra que se acomodan a su capacidad adquisitiva. De esta manera ha democratizado efectivamente el consumo sin tener que provenir de una medida del Gobierno o de una ley intervencionista absurda, sino de los beneficios que ofrece el mercado cuando se orienta en satisfacer las necesidades de los nuevos consumidores.