Analistas 30/06/2015

Grecia no tiene por qué terminar en un “estado fallido”

Lo que el Sr. Summers parece presentar es una escenario donde los bancos griegos colapsan y arrastran con ellos a la economía. ¿Pero qué pasaría si Grecia abandona el euro y emite su propia moneda para mantener el flujo de dinero?

Por supuesto que habría una drástica devaluación, lo que llevaría a un crecimiento en la inflación. ¿Pero seguiría la hiperinflación inevitablemente? Recuerden que Grecia está registrando un considerable superávit primario cíclicamente ajustado, por lo que dada una modesta recuperación económica, el país no necesitaría echar a andar la imprenta para pagar sus deudas. Y, manteniendo todo lo demás constante, la devaluación promovería la recuperación.

Sé que mucha gente está hablando de un colapso inmediato debido a la incapacidad de Grecia para comprar materia prima, por el completo fracaso de las exportaciones para responder y así por el estilo. Podrían tener razón. Pero no se me ocurre ningún ejemplo histórico que coincida con esta historia; en particular, todos los casos de hiperinflación que conozco involucraron gobiernos demasiado débiles para recaudar impuestos y, aunque ustedes no lo crean, ese no es el caso de Grecia, pese a todo lo que hayan escuchado.

Entonces, incluso si Grecia cae al precipicio en los próximos días, podría haber otra rampa de salida para el camino a la ruina. Y en ese punto, el problema europeo giraría en su eje, como dice Wolfgang Munchau, columnista del F.T., y se convertiría en un problema de enfrentar la evidente reversibilidad del euro.

Los votantes siempre quieren una moneda fuerte

Incluso mientras la posibilidad del Grexit pasa de inconcebible a plausible, las encuestas de opinión muestran consistentemente que los votantes griegos quieren seguir siendo parte del euro. Pero, ¿qué nos dice esto?

No mucho. Estoy muy seguro que los votantes quieren consistentemente que su moneda sea fuerte. Las ventajas parecen obvias, y también hay un elemento de orgullo nacional. Mientras tanto, las dificultades creadas por una moneda sobrevaluada son oscuras, excepto para los que están directamente involucrados con la exportación.

Es una visión impresionista, ¿pero hay datos que la respalden? Buscar en la base de datos iPoll sobre la opinión pública estadounidense no aporta mucho, pero a continuación un resultado interesante de 1985, cuando el dólar era muy fuerte (tan fuerte que el Grupo de los 5 famosamente se reunió en el Plaza Hotel, en Nueva York, para acordar un plan para hacerlo bajar): Cuando The Los Angeles Times preguntó a la gente “¿Diría que un dólar fuerte es bueno o malo para este país? sesenta y cuatro por ciento respondió “bueno”.

Entonces, si los votantes griegos se oponen a la idea de una nueva dracma que seguramente sería débil en relación con el euro, simplemente están haciendo eco de las preferencias de los votantes de siempre, en cualquier parte.

Por supuesto, esa preferencia consistente en sí misma podría importar, de la misma forma en que la eterna popularidad de la metáfora de la familia para la política fiscal (los votantes siempre favorecen un presupuesto equilibrado) es un motivo por el que la economía keynesiana es tan difícil de aplicar. Sin embargo, no pienso que haya mucho de nuevo en el hecho de que la mayoría de los griegos favorece conservar el euro.

La hora de la verdad para las negociaciones

Luego de meses de maniobras, la crisis en Grecia finalmente ha llegado a un punto crítico. El 30 de junio, la nación debe hacer un pago de 1,600 millones de euros (1,800 millones de dólares) al Fondo Monetario Internacional o declarar moratoria a su deuda, y correr el riesgo de ser expulsado de la unión monetaria europea.

Desde enero, las autoridades griegas han estado trabadas en tensas negociaciones con los acreedores del país con respecto al programa de rescate de la nación. Los líderes griegos han estado intentando ganar condiciones más favorables para su país, que ha visto una caída en su producción económica de más de 25 por ciento en los últimos años luego que los acreedores forzaran a Grecia a imponer profundos recortes al gasto.

El partido griego Syriza fue elegido al poder a principios de este año con la promesa de poner fin a la austeridad y reestructurar la deuda del país. Pero durante los últimos días sus líderes casi han capitulado, ofreciendo mayores concesiones que según algunos comentaristas son similares a los compromisos de austeridad encontrados en los acuerdos previos, y que en ciertas formas los superan. Pese a esto, varios de los acreedores de la nación han rechazado las propuestas de Grecia porque las medidas de austeridad propuestas por Syriza se ponderan con incremento en los impuestos en vez de recortes a pensiones y gasto social.

Al mismo tiempo, los ahorradores han estado retirando fondos de los bancos de Grecia, que solo han podido salir a flote con inyecciones diarias de liquidez de emergencia del Banco Central Europeo (BCE). Sin embargo, las autoridades del BCE han indicado que cesarán de proveer fondos si no se puede alcanzar un acuerdo para el 30 de junio.

“No se equivoquen con las consecuencias de una ruptura”, escribió Larry Summers, el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, en una columna para el Financial Times. “Con el fin del apoyo europeo y consecuentes cierres bancarios y problemas de crédito, la austeridad en Grecia se pondrá mucho peor que ahora y probablemente se convertirá en un Estado fallido… Europa cobrará mucho menos deuda de la que cobraría con una restructuración ordenada de deuda. Y una emigración masiva de griegos con dirección al norte tensionará los presupuestos nacionales de toda Europa”.