Ya sé, la sabiduría de las multitudes a menudo está sobrevaluada. El economista Paul Samuelson alguna vez bromeó famosamente diciendo que el mercado de valores había pronosticado nueve de las últimas cinco recesiones. Pero los mercados de bonos son un poco menos volubles que las acciones, y también se relacionan más estrechamente con el panorama económico general; una economía débil tiene efectos mixtos sobre las acciones (pocas ganancias pero también bajas tasas de interés), pero un efecto ambiguo sobre los bonos. Y lo que nos dice el desplome de las tasas de interés es que los mercados están esperando economías muy débiles, y posiblemente deflación en los próximos años, si no es que una crisis manifiesta.
Entre otras cosas, dicho mundo sería un lugar muy malo para elegir a un miembro de un partido político que durante los últimos siete años ha estado vilipendiando los estímulos fiscal y monetario, y que no ha aprendido nada del rotundo fracaso de sus predicciones para materializarse.
Embuste estructural revisado
Bryan Caplan, profesor de economía de la Universidad George Mason, informó recientemente que le ganó una apuesta a su colega y economista Tyler Cowen respecto a si la tasa de desempleo alguna vez caería por debajo del 5 por ciento en Estados Unidos. Quizás valga la pena recordar el contexto de su apuesta.
Cuando la Gran Recesión golpeó en 2008 (un impacto del lado de la demanda, si es que lo hubo), casi no tardó nada en formarse un raro consenso entre las élites en el sentido de que gran parte del aumento en el desempleo era “estructural”, y que no podría revertirse simplemente con una recuperación en la demanda. Los trabajadores simplemente no tenían las habilidades correctas, decía este argumento.
Muchos argumentamos detenidamente que lo anterior era una noción tonta. Si el problema eran las habilidades, ¿dónde estaban las ocupaciones con salarios en rápido crecimiento? Señalé que la gente solía decir lo mismo durante la Gran Depresión, solo para ver refutados sus argumentos cuando tuvimos un gran estímulo fiscal llamado II Guerra Mundial.
Sin embargo, la doctrina de alguna forma simplemente se hizo más y más fuerte en los círculos de élite, porque sonaba seria y juiciosa, contrariamente a la propuesta aparentemente frívola de que lo único que necesitábamos era más gasto. De hecho, la noción de que nuestro problema de desempleo en Estados Unidos era principalmente estructural empezó a presentarse como un simple hecho y no como hipótesis rechazada por la mayoría de los economistas profesionales.
Y aquí estamos.