Analistas
14/07/2013
Los salarios más bajos en las economías son inevitables, los desastres mortales no
Hace mucho, mucho tiempo solía creer que el debate político y económico central que enfrentaría nuestra nación iba a ser sobre la globalización, sin percatarme que en cambio giraría en torno a un movimiento poderoso para regresar las agujas del reloj aquí, en casa, y traer otra vez la Época Dorada (como lo dije alguna vez, creo que al periodista Robert Kuttner, mientras él y yo discutíamos sobre tarifas Saurón reunía sus fuerzas en Mordor).
De cualquier forma, en 1997, siendo columnista de Slate, escribí un ensayo donde sugerí que lo que se consideraban salarios bajos y condiciones de trabajo deficientes bajo estándares occidentales era necesario e inevitable en los países pobres, lo que provocó una ira predecible.
Todos estos temas se han esfumado en el telón de fondo, pero siguen estando ahí, y el horror de la fábrica en Bangladés ha hecho que algunos vuelvan a ser prominentes. Y ahora hay movimientos serios para imponer condiciones laborales y de seguridad más estrictas en productores de ropa en el tercer mundo. Entonces, ¿cuál es mi opinión?
La respuesta es que lo apoyo por completo; y no, no creo que sea una contradicción de mi perspectiva anterior.
Sigue siendo cierto que dada su baja productividad, países como Bangladés no pueden ser competitivos respecto a los países avanzados a menos que paguen a sus trabajadores mucho menos, y que también provean condiciones de trabajo mucho peores. La industria de ropa bangladesí debe ser lo que consideraríamos talleres de explotación, o no existiría para nada. Y Bangladés, en particular, realmente necesita su industria de ropa; es casi lo único que mantiene a flote su economía.
En este punto, empero, realmente no hay ninguna competencia entre los productores de ropa en los países ricos y los países pobres; toda la industria se ha mudado al tercer mundo. La competencia relevante, en cambio, es entre los países pobres; Bangladés versus China, en particular. Y aquí, las diferencias no son tan drásticas: McKinsey estima la productividad bangladesí en ropa a 77% del nivel de China.
Dada esta realidad, ¿podemos exigir que Bangladés provea mejores condiciones a sus trabajadores? Si se lo hacemos a Bangladés y sólo a Bangladés, podría ser contraproducente: el negocio podría mudarse a China o Camboya. Pero si exigimos estándares más altos a todos los países, estándares modestamente más altos para que no hablemos de hacer que las empresas vuelvan a los países avanzados, podemos alcanzar una mejora en la vida de los trabajadores (y menos muertes horribles de trabajadores) sin socavar las industrias de exportación que tan desesperadamente necesitan estos países.
Entonces, ¿podemos actuar para mejorar a todos los trabajadores en manufacturas con salarios bajos y uso intensivo de mano de obra?
Sí, sí podemos, siempre y cuando las metas sean realistas y las medidas de escala apropiada.
Y deberíamos seguir adelante y hacerlo.