Bueno, Uber de hecho aporta dos temas al mercado de los taxis. Uno es la revolución de los smartphones: ahora es posible dar un golpecito a la pantalla para pedir un viaje, en lugar de pararse bajo la lluvia moviendo los brazos y maldiciendo al tipo que se abalanza media cuadra antes que usted y agarra el taxi que intentaba llamar.
La otra cuestión es que los trabajadores de Uber supuestamente son contratistas libres, no empleados, lo que exime a la compañía de la mayoría de las regulaciones diseñadas para proteger los intereses de los empleados.
Y este segundo aspecto es el que ha hecho tan divisiva la política que rodea al servicio.
Por un lado, los republicanos están ansiosos por desmantelar el mayor número posible de protecciones laborales. Así que, desde su punto de vista, el enfoque de “no es nuestro problema” que adopta Uber respecto a sus choferes sería deseable, independientemente de la tecnología.
Por el otro lado, recientemente hemos visto el surgimiento del llamado “nuevo consenso liberal”, que sostiene (basado en mucha evidencia) que los salarios son determinados mucho menos rígidamente por la oferta y la demanda de lo que se creía, y que la política pública puede, y debería, obligar a los patrones a que paguen más. Si usted es legislador y ese es su plan estratégico, realmente no le conviene que los empleadores lo socaven declarando que realmente no son patrones.
Seguramente es posible separar estas dos cuestione: promover el uso de nuevas tecnologías sin perjudicar el interés de los trabajadores. Pero los progresistas tienen que trabajar en ello, y no dejar que los pinten como enemigos de la innovación.
Wall Street ahora odia a los demócratas
Jonathan Allen señaló recientemente en Vox que Hillary Clinton, a veces ridiculizada en la izquierda por hacer la voluntad de Wall Street, de hecho está recibiendo mucho menos dinero de Wall Street de lo que piensa la gente.
En su artículo (léalo aquí: bit.ly/1VNz3MS), Allen destaca que durante el gobierno de su marido, la señora Clinton era conocida por su relativa antipatía hacia las personas del tipo financiero, lo que pudiera ser parte de la historia. Pero también es importante poner esto en el contexto del cambio brusco del mundo de las finanzas contra los demócratas en general. En 2004, de cara a una elección presidencial cuyo resultado era incierto, los contribuyentes de las industrias financiera y de seguros dividieron sus donativos casi por igual entre los partidos.
Pero en 2012 dieron más del doble a los republicanos que a los demócratas.
El motivo, por supuesto, es la reforma financiera. Cualquiera que diga que estas reformas no han hecho nada y que no hay diferencia entre los partidos políticos debería dar seguimiento al dinero, el cual piensa que efectivamente existe una gran diferencia.
Economía a demanda
En apenas 5 años, el servicio de compartición de viajes de Uber ha pasado de ser una pequeña aplicación emergente a ser un monstruo en la industria de los taxis, con un valuación de 51,000 millones de dólares. Sin embargo, los críticos argumentan que el tremendo crecimiento de la compañía _ Uber actualmente opera en cientos de ciudades en más de 50 países _ ha tenido lugar a costa de sus choferes, quienes reciben muy poca paga y carecen de muchas protecciones laborales.
En Estados Unidos y otras naciones, Uber clasifica a sus choferes como “contratistas independientes” y no como empleados, lo que permite que la compañía evite pagarles un salario mínimo por hora. Y dado que el servicio se considera “a demanda”, a los conductores solo se les paga cuando los usuarios de la aplicación piden un viaje. Uber también ha estado trabado en una competencia con Lyft, otra aplicación para pedir viajes, y con servicios locales de taxis, por lo que ha podido reducir las tarifas. Según Uber, en Estados Unidos los conductores ganan aproximadamente 19 dólares por hora.
El impactante crecimiento de Uber, así como las inquietudes sobre el estatus de sus conductores, ha introducido a la compañía en el discurso político en Estados Unidos. Comentaristas y legisladores republicanos han aceptado firmemente el servicio, atribuyéndole haber puesto de cabeza el mercado tradicional de los taxis y ofrecer a los clientes viajes de bajo costo en forma rápida y conveniente. Los demócratas se han mostrado en gran parte más reservados; mientras que algunos han elogiado el espíritu innovador de Uber, otros han expresado inquietudes sobre lo que el éxito de la compañía presagia para los trabajadores estadounidenses.
Por ejemplo, Hillary Clinton, quien está contendiendo por la nominación presidencial demócrata, señaló recientemente en un discurso que “esta economía a demanda, o la llamada economía ‘gig’, está creando oportunidades emocionantes y desencadenando la innovación, pero también está generando duros cuestionamientos sobre las protecciones en el lugar de trabajo y sobre cómo será un buen empleo en el futuro”.
Timothy B. Lee, editor de Vox, señaló en un artículo reciente que “Uber es más popular en ciudades grandes con una tenencia de autos menos que universal y muchos votantes demócratas. Pero eso es parte de la razón por la cual hablar de Uber es hacer buena política para los republicanos. Pudiera ayudar al partido a atraer a los jóvenes profesionales urbanos que se inclinan hacia los demócratas por motivos culturales pero que pudieran encontrar cosas de su agrado en el mensaje económico del Partido Republicano”.