Tengo algunas ideas sobre la columna reciente de Bret Stephens en el New York Times sobre el declive intelectual del conservadurismo (léala aquí). Como podrían imaginarse, coincido completamente con su interpretación de la degeneración moderna del movimiento. Pero el Sr. Stephens también se remonta a una época dorada de pensamiento profundo, y mi pregunta es: ¿Exactamente cuándo fue esta época?
William F. Buckley es un icono problemático. Ciertamente necesitamos mencionar su vigorosa defensa de la supremacía blanca en el sur, y el raro capricho de la National Review con el generalísimo Francisco Franco. También señalaría que aunque el libro del Sr. Buckley, “God and Man at Yale”, castigó a mi alma mater por su degradación de la religión, pareció igualmente consternado por el hecho de que Yale enseñaba economía keynesiana; ya saben, esa cosa que ha sido ampliamente reivindicada durante los últimos años.
Pero dejemos eso a un lado. ¿Cuándo tuvieron buenas ideas los conservadores y cuándo dejaron de tenerlas? Hablemos de cuatro áreas que conozco muy bien: macroeconomía, ambiente, servicio médico y desigualdad.
En macroeconomía, no hay dudas de que los economistas Milton Friedman y, al principio, Rober Lucas fueron útiles al desafiar el caso a favor de las políticas activistas, especialmente el activismo fiscal. Alrededor de 1976 el historial de la macroeconomía de Chicago era efectivamente impresionante.
Pero luego todo se vino abajo. Los modelos tipo Lucas no soportaron la prueba de los acontecimientos de la década de 1980, mientras que el keynesianismo actualizado resistió. Sin embargo, en lugar de admitir que se habían excedido, los macroeconomistas conservadores simplemente me metieron más en la conejera, efectivamente dándole la espalda al monetarismo estilo Friedman y al keynesianismo.
La vigorosa expansión monetaria para luchar contra una caída importante, que originalmente fue una idea conservadora, se convirtió en anatema de la derecha, incluso cuando fue acogida por la izquierda. La que alguna vez fue una buena idea conservadora fue incorporada por los liberales y rechazada por la derecha.
Con respecto al ambiente, un giro similar ocurrió un poco después. El uso de mercados e incentivos de precios para combatir la contaminación en Estados Unidos inicialmente fue una idea conservadora condenada por algunos de la izquierda. Pero los liberales eventualmente la adoptaron, mientras que “cap and trade” se convirtió en una frase sucia en la derecha. Burdas frases publicitarias y subordinación a intereses corporativos superaron el análisis.
En servicio médico, el Obamacare (que se basó en mandatos, regulación y subsidios en lugar de en un sistema de pagador único) fue, famosamente, una idea conservadora desarrollada en la Fundación Heritage. Pero los liberales, como sucedió con el “cap and trade”, la adoptaron (y muy pronto, de hecho), mientras que los conservadores empezaron a denunciar la ingeniosa idea de su propio lado como una encarnación maligna.
Finalmente, en desigualdad, los intelectuales conservadores fueron pésimos desde el principio. En 1992 escribí un largo artículo para The American Prospect detallando sus evasiones y distorsiones, y muchas de éstas siguen igual a la fecha (lea el artículo aquí). No solo fue que estuvieran equivocados. Como escribí en ese entonces, “la combinación de mendacidad y simple incompetencia mostrada por The Wall Street Journal, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y un número de supuestos expertos económicos demuestra algo más: el grado del declive moral e intelectual del conservadurismo estadounidense”.
Recuerden, esto fue hace un cuarto de siglo.
Entonces, ¿cuándo fue la época dorada de los intelectuales conservadores? De hecho, nunca la hubo. Ciertamente, la supuesta era donde solo los intelectuales tenían buenas ideas mientras que los liberales hacían refritos con dogmas agotados nunca sucedió en ningún campo de los que conozco bien.
Dicho lo anterior, hubo un periodo donde los conservadores aportaron algunas ideas útiles al discurso. Pero esa era terminó hace mucho, mucho tiempo.