Dilemas ambientales: ¿asunto de ‘mamertos’?
miércoles, 13 de noviembre de 2024
Paula García García
Hace poco me graduaron de ‘mamerta’ por expresar mi sensibilidad frente a los dilemas ambientales. Incluso, me miran raro cuando me refiero a la que considero una genuina necesidad de repensar algunas de las decisiones ya tomadas en materia de obras de infraestructura. Es paradójico, pero pese a las evidencias, cada día resulta más complejo abordar, sin pugnacidad, este tipo de temas. Encontramos, tal parece, un nuevo foco de polarización.
Entre los radicales que abogan por la parálisis a modo de trofeo y los negacionistas empecinados en seguir recorriendo sendas destructoras; estamos condenados a sufrir las consecuencias de la inacción. El asunto es que aquí todos somos corresponsables de una crisis anunciada. A todos deberían preocuparnos las sequías, los inclementes aguaceros, la deforestación y el calentamiento del planeta.
Ahora bien, en lugar de enfocar nuestra energía en enfrentarnos y reducir el debate a un asunto de derechas o izquierdas; tendríamos que estar concentrados en escuchar la vida que nos rodea para, después, escucharnos entre nosotros en medio de las diferencias. ¡Utopía! Por lo pronto, sí. Sin duda. Nos está quedando grande intervenir con coherencia la que quizá es la única problemática conjunta del planeta.
El que está a punto de terminar, asegura Copernicus, el observatorio climático europeo, será el año más caluroso jamás registrado y el primero con una temperatura superior a los 1,5°C respecto a los niveles de la era preindustrial. Como si fuera poco, una desértica región amazónica no solo ha puesto en riesgo la seguridad alimentaria de las comunidades que habitan la zona sino que ha llevado a cerrar 700 escuelas y cerca de 760 centros sanitarios producto del bajo nivel de agua. Desalentador panorama del que tampoco escapa Colombia. El segundo país con mayor biodiversidad del mundo tiene 1.203 especies en peligro de extinción.
La naturaleza habla, insisto. Además, con razón, protesta y se revela. Aun así, de nuestros líderes, en lugar de respuestas o estrategias concretas, recibimos una feria de culpas. Mientras el ego y las obsesiones dominen las discusiones, avanzar será casi imposible y mientras la coyuntura continue politizada, con inmensa dificultad lograremos trascender la enquistada retórica de capitalistas contra involucionistas. Esa, cuya única apuesta es descalificar al contrario. ¡Cómo si nos sobrara tiempo!
Lo que estamos viendo es serio. No nos lo están contando. Lo estamos viviendo. Si la experiencia resulta insuficiente; me pregunto entonces qué necesitamos que suceda para encontrarnos en ese objetivo común. Y es que, a la par de estas líneas, avanza en Azerbaiyán la COP29. Para mi gusto, uno más de los muchos escenarios burocráticos, en la práctica, nada efectivos. Tal vez, llegó el momento de revisar la manera en la que se están surtiendo estos debates. Dicho sea de paso, sin tanto gasto innecesario y con el involucramiento real de la sociedad.
Hoy, cuando tenemos al departamento del Chocó en urgencia manifiesta, una declaratoria de desastre nacional, una tragedia de la magnitud de la que dejó el paso de Dana por Valencia, y devastadores incendios forestales en California; ratifico mi postura. No importa que me digan mamerta: estamos obligados a replantear el rumbo.