Jamás dejará de sorprendernos la vida y sus paradojas. En pleno verano, llueven los comentarios elogiosos hacia el alcalde Carlos Fernando Galán. ¿La razón? El acertado manejo de la emergencia ambiental que desataron los recientes incendios.
Mesurado, oportuno, informado y sin disfrazarse de bombero ―como con tino apuntan algunos―, pese a lo angustioso del momento, logró transmitir tranquilidad a los bogotanos. Presente, sin hostigar; firme sin necesidad de gritar y alejado del afán de protagonismo, asumió las riendas. De eso se trata el liderazgo.
Aunque parezca odioso o cruel, incluso, la tediosa situación llegó para permitirle empoderarse, mostrar su talante y afianzar, de paso, el respaldo ciudadano conseguido en las urnas. La gente, hoy, le cree a su alcalde y lo escucha. Un terreno ganado que debe saber potenciar el joven mandatario que ya completa un mes en el cargo.
Si bien, en materia de seguridad la arremetida de los bandidos ha sido violenta y se agota la paciencia para empezar a ver resultados, la destacada respuesta a su primer gran desafío despertó una emoción que en la sociedad colombiana asumíamos perdida. Me refiero a la confianza. ¡Y sí, lo sé!, suena tibio y hasta banal invitarla al baile del tejemaneje político. No obstante, que importante se vuelve a la hora de gestionar.
Confiar, implica apoyar, apostar, jugársela por y para, sentirse parte de y comprometerse. Todas, actitudes enlodadas por cuenta del desencanto del pasado, pero también dispuestas a renacer de la mano de una gerencia coherente. Hace mucho no experimentaba, Bogotá, tal especie de ‘enamoramiento’ por su dirigente. ¡En hora buena!
Por fortuna, algo similar sucede en Cartagena, Medellín y Cali. Las nuevas administraciones se pusieron manos a la obra para intervenir las problemáticas urgentes y allí también aflora la esperanza. En la Heroica, por ejemplo, desde el 1 de enero, se desplegó el Plan Titán 24 que busca rescatar el muy descuidado Centro Histórico. Los paisas, entre tanto, ven poner la casa en orden y en la capital del Valle, la ciudadanía se vincula a cada etapa del arduo proceso que involucra recuperar el orgullo caleño.
Poco más de seis semanas no son nada y a la vez significan mucho. Es un acertado comienzo, el de los gobernantes locales, invitarnos, con sus acciones, a recobrar el sentido de pertenencia. Ese mancillado intangible que yacía moribundo, víctima de los discursos de odio y separación de clases, que por otros lados tanto gustan, tenía que ser auxiliado desde los territorios. Y está pasando.
El voz a voz del optimismo arrastra efectos positivos considerables. Que lo digan los economistas que conocen, a la vez, las nefastas consecuencias de la incertidumbre. El arranque, promete y aunque sin excesos hay que visibilizarlo de la misma manera hay que cobijarlo.
Vendrán episodios complejos, sería de tontos dudarlo. Sin embargo, en medio de paros armados, afrentas del ELN, recortes a rubros indispensables en la era del cambio climático, la tusa que deja la vergonzosa pérdida de los Juegos Panamericanos y los distractores delirios de golpes blandos, por mencionar solo unos de los tantos fiascos; cuando a diario nos sentimos huérfanos, imprime fuerza y ganas de seguir luchando recordar que habemus alcaldes.