Impuntualidad, perdón y pullas
martes, 23 de julio de 2024
Paula García García
De fiesta patria, poco. De trapitos al sol, mucho. Lo que presenciamos el pasado 20 de Julio no es otra cosa que la radiografía del país político. En últimas, de la Colombia que tenemos pues son quienes nos gobiernan los que imprimen el tono y marcan el derrotero.
Para empezar, hay que decir que el tardío arribo del presidente Petro al desfile militar sumado a la notoria ausencia de la primera dama trascienden lo anecdótico. Tampoco puede calificarse de episodio al margen las cientos de personas, con razón, molestas, por las horas de retraso en el inicio de un evento que solía ser sagrado. Todo jefe de Estado comunica con sus actos. ¿Lo olvida el mandatario o lo hace a conciencia? Pregunta recurrente y a lugar.
Mientras atropellada comenzaba la jornada, lo que ocurrió en las instalaciones del Congreso se convirtió en el remate perfecto para un pugnaz escenario digno del cuadrilátero en el que han transformado el que estaba llamado a ser un honorable recinto. Con dificultad recuerdo, en mis años de vida adulta, un trato tan hostil, cercano, incluso, al irrespeto, hacia la figura de quien comanda una nación. Ni en la época de Ernesto Samper sus detractores se atrevieron a tanto. ¿Empieza a recoger este gobierno los frutos de una retórica provocadora y polarizante?
Y es que, los ánimos terminaron tan caldeados que el sorpresivo pedido de perdón por el escándalo de corrupción que sacude a esta administración fue opacado por señalamientos de conformar, desde Casa de Nariño, un frente cómplice de masacres hacia la Fuerza Pública y hasta por insinuaciones de infidelidad. Esto, sin mencionar a un auditorio que al unísono reía ante la afirmación presidencial de una gestión autocalificada como eficiente. Un relacionamiento claramente degradado alrededor del cual debería existir, por lo menos, ánimo reflexivo.
Ejecutivo y Legislativo desprestigiados, comienza a escribirse el tercer capítulo de una historia plagada de desaciertos y ensombrecida por la desconfianza. Desalentadora ecuación que desnuda el nivel del debate que nos espera. Los mea culpa de nada sirven sin responsables y los continuos desaires a la institucionalidad solo avivan la llama en una sociedad que se aleja de la posibilidad de reconciliarse.
Lo cierto es que, entre la lluvia de dimes y diretes, varias verdades retumbaron. El deterioro en seguridad es evidente, el desplazamiento, producto de la represión y el miedo, representa un enorme retroceso y la diáspora, motivada por la incertidumbre, también. ¿Seguirá la negación y prevalecerá la obstinación? El tiempo traerá consigo la que parece una obvia respuesta.
‘La política necesita humildad’, recordaba el senador David Luna en su muy acertada intervención. Sin embargo, yo le agregaría algo más: la política es inherente al diálogo y a la construcción de consensos. El buen político debe estar dispuesto a escuchar y a dar los timonazos que sean necesarios. Nadie lidera en soledad.
Por lo pronto, sobre la mesa, varios pendientes: para el Presidente, la copiosa tarea de intentar un acuerdo nacional transparente en medio de tantas dudas y, para los congresistas, el desafío de recuperar la credibilidad. Tanto al primero como a los segundos debería incomodarlos, preocuparlos y obsesionarlos recobrar el respeto y la conexión con la gente. Gobernar sin transar, ¿utopía?