Jóvenes: los ‘paganinis’ ‘del cambio’
martes, 26 de noviembre de 2024
Paula García García
La bomba que estalló por cuenta de la desfinanciación del Icetex es solo uno de los muchos frentes en los que el Gobierno, como decimos coloquialmente, viene haciendo conejo a los jóvenes. El entonces candidato, Gustavo Petro, conquistó los votos de una nueva generación prometiendo condonar créditos educativos, pero, también, asegurando que conseguiría para ellos un país en paz (en tres meses, incluso), que apoyaría al deporte y crearía empleo formal.
Dos años después, con un intento de gestión con más tintes de obsesión por la política exterior que afán alguno de conectar con las aflicciones internas; el balance es desesperanzador para quienes ilusionados se la jugaron por el proyecto del cambio. Las cifras, que trascienden los casi 300.000 estudiantes que se preguntan si podrán continuar con sus estudios universitarios, no me dejarán mentir.
Para empezar, la tasa de desempleo juvenil sigue en aumento y, Quibdó, capital del departamento en el que en segunda vuelta Petro ganó con el 81,94%, encabeza la lista de ciudades con el mayor número de jóvenes desocupados: 35,7 %. Entre tanto, el reclutamiento de menores se ensaña con el Cauca. 72% de los registros, según reporta la Defensoría del Pueblo, pertenecen a esta región en donde el presidente, igualmente, arrasó con 79% de la votación. Como si fuera poco, el Ministerio del Deporte, además de su ya baja ejecución, tendrá en 2025 un recorte presupuestal de $848.000 millones. Sin sonrojarse, a cientos de muchachos que ven en sus disciplinas deportivas una oportunidad de desarrollo profesional, les cuentan que pasarán de $1,3 billones en 2024 a escasos $460.000 millones.
Promesas incumplidas. Esa es la verdad. Estamos ante el mandato de la inacción, la descalificación y la crítica sin autocrítica. Estamos frente a una ausencia de liderazgo que se estancó en la predica de una ideología revanchista, que concibe lo construido como nefasto, esclavista y oligarca sin ofrecer soluciones. Que entregó la cabeza de entidades cruciales a activistas que han demostrado nulo manejo de lo público. Que apuesta por marchitar en lugar de transformar.
Cambiar no implica sepultar. Mucho menos propiciar retrocesos. Sin embargo, seguimos en un diálogo de sordos y el tiempo corre. El gobierno del cambio no cambió y esos jóvenes que convencidos del discurso acudieron a las urnas, se chocan hoy con una azarosa incertidumbre que alimentan las desacertadas, tibias y hasta burleteras respuestas de los que tienen a su cargo las políticas de paz, educación, empleo y el control territorial de una Colombia que siente naufragar.
Tuvo que estallar una crisis mediática para que se anunciara, repito, dos años después de estar en el poder, un proyecto de ley dirigido a reformar el acceso al crédito educativo. No obstante, será hasta el próximo año cuando la propuesta empiece a recorrer su camino. Quienes vienen detrás, responsables del recambio generacional, terminaron siendo los paganinis de un proyecto político atractivo en el papel, pero sin método ni rumbo para aterrizar tanto idealismo. Inaceptable resulta que les queden debiendo a aquellos que quieren pasar por una universidad y encontrar un espacio en el mercado laboral mientras mensualmente destinan recursos a un puñado de jóvenes por no matar.