Analistas

La farsa del proyecto chavista

Paula García García

“Patria, socialismo o muerte. Si queremos patria y vida, vámonos por la vía socialista. La vía capitalista nos lleva directos a la muerte de la patria, a la muerte de la esperanza, a la muerte de la dignidad, a la muerte de la especie humana, incluso”. Esto decía con convicción el artífice de la debacle que 25 años después aún padece Venezuela. Hoy, una patria moribunda, a la que cada tanto sepultan sus esperanzas, se arrepiente hasta el llanto de aquel 2 de febrero de 1999. El día que, democráticamente, abrieron la puerta a un proyecto político cimentado en una maquiavélica promesa de igualdad.

Todos a vivir con lo básico y a depender del papá Estado. Ese ha sido desde entonces el objetivo de una estrategia que comenzó con las expropiaciones a dedo de un carismático Hugo Chávez y terminó de consolidarse, bajo el régimen de Nicolás Maduro, con la puesta en marcha de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción. A punta de cajitas Clap, arrebataron la libertad a los venezolanos.

Y sí, lo digo con profunda preocupación desde Colombia. Un país que decidió apostar por un camino similar. Ese, en el que la generación de empleo puede esperar mientras notorio es el afán por subsidiar. Crear dependencias siempre resultará rentable para intimidar, exigir y coartar. Tarde, ahora lo entiende de sobra un vecino que otrora mirábamos con admiración en la región.

‘Ser rico es malo, es inhumano. Así lo digo y condeno a los ricos’ vociferaba el comandante, ya en calidad de presidente, y lo cumplió. En diez años expropió 1.168 empresas, ahuyentó la inversión extranjera y marchitó, a conciencia, sectores clave para la economía. Construcción, agroindustria, comercio, petróleo y alimentos quedaron bajo el control del gobierno chavista. Poco a poco se empezaba a consumar el cambio. Afuera el capitalismo, los yankees y el odioso neoliberalismo.

Murió Chávez y muchos pensamos que la pesadilla había terminado. Sin embargo, su sucesor, supo superar con creces al maestro. Mientras sus arcas y las de su círculo cercano, incluidos los altos mandos militares, acumulan enormes y dudosas riquezas; la pobreza multidimensional alcanza 51,9 %. Ante la ausencia de estadísticas oficiales, característica de las dictaduras, la cifra la revela la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi). Iniciativa que surgió, justamente, para medir aquello que no quieren que se sepa.

Han pasado dos décadas y el mentado socialismo del siglo XXI solo tiene para mostrar una diáspora que se calcula en 7,7 millones, más de 300 presos políticos con cargos fabricados y procesos judiciales congelados, una industria petrolera que a gatas alcanza los 850.000 barriles diarios cuando en 1998, justo antes de la llegada de la Revolución Bolivariana, rondaba los 3,1 millones y, como si fuera poco, unos violentos colectivos chavistas inspirados en los Comités de Defensa de la Revolución que en su momento instauró en Cuba, Fidel Castro. En realidad, el brazo armado y paramilitar del poder represivo de Miraflores.

Obligados a vivir con un salario mínimo de US$3,56, un bono alimentario de US$40, casi 60% de inflación y una flagrante violación a los derechos humanos; la farsa se sigue desnudando. De la Venezuela Saudita únicamente sobrevive el recuerdo. Sembrar miseria es posible. Estamos advertidos.

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