Analistas

¡Ojo con los egos!

Paula García García

Venezuela sigue pagando las consecuencias de una oposición política mezquina y dividida. Esa que fortaleció el régimen de Hugo Chávez y heredó, sin mucho esfuerzo, Nicolás Maduro. ¿En Colombia, podría pasar lo mismo?

Aunque de cara a las presidenciales de 2026, ya se escuchan propuestas que buscan aglutinar, en torno a un candidato único, todas las fuerzas contrarias a la ideología de Gobierno; esquiva se ve, hasta ahora, la disposición a sellar consensos entre aquellos que clasificarían para dar la pelea en la próxima contienda.

Alineados están los expresidentes, mas no las colectividades ni sus potenciales candidatos. Una postura egocéntrica, motivo de enorme preocupación. Mientras Iván Duque habla de una alianza nacional republicana que convoque a los sectores de centro derecha y, César Gaviria, plantea una gran coalición de partidos que defienda la democracia, la constitución y el Estado de derecho; estamos plagados de menudos intentos como canalizadores del descontento.

Si bien, existen voces disonantes, ninguna, por si sola, ofrece una alternativa sólida y el petrismo, en cambio; pese a su seguidilla de escándalos y una muy errática gestión, ha demostrado singular destreza para difuminar, con rapidez, cualquier brote discrepante. No sobra, por tanto, recordar la historia del vecino.

El tortuoso camino que han recorrido y todavía recorren los venezolanos se agudizó con el fracaso, en 2018, de la denominada Mesa de Unidad Democrática. Dicha ruptura fue el punto de quiebre que profundizó las grietas entre quienes menospreciaron el valor de llegar a acuerdos. La gran beneficiada, la dictadura del Palacio Miraflores. En adelante, sin éxito, intentaron estrategias que terminaron en bandazos hasta que, en abril de 2023, Juan Guaidó, despojado del título de presidente interino, tuvo que optar por el exilio.

Quizá, en medio del hastío, poco o nada movilicen los exmandatarios. Quizá, hoy es mínima la influencia de Duque, Gaviria, Uribe o Santos. Quizá, las banderas deban asumirlas nuevos liderazgos. Reflexiones a lugar. No obstante, lo que no puede desatender la clase política es la advertencia que invita a tomarse en serio el escenario al que estamos expuestos.

Ante los coqueteos ―cada vez más directos― con la permanencia en el poder, los asomos de autoritarismo y los deseos manifiestos de interpretar articulitos a conveniencia; la unión, está obligada a prevalecer. Imprudente resultaría, por decir lo menos, una nueva avalancha de candidatos que diseminen y distraigan al electorado.

También es importante echar al traste los personalismos y la obsesión por robarse el protagonismo del rostro adversario. Insisto, miremos el espejo de Venezuela. Allí, quedó demostrado que las ambiciones individuales y la rivalidad entre sectores políticos con principios, supuestamente compartidos, desencadenaron una crisis de representatividad que llevó a la ciudadanía a perder la confianza en la poca institucionalidad que luchaba por mantenerse en pie.

¡Ojo con los egos! Son malos consejeros. Enceguecen y embrutecen. No esta Colombia para mesianismos. Tampoco, para divisiones caprichosas. De la descoordinación siempre hay quien saque provecho.

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