Analistas 14/02/2023

Remar para el mismo lado

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Hace unas cuantas semanas, la jefa de la cartera de Minas, Irene Vélez, pedía a su colega de Hacienda, José Antonio Ocampo, remar para el mismo lado. Una solicitud que tuvo enorme eco mediático por las fracturas que al interior del gabinete estaría develando. No obstante, el metafórico llamado, en tiempos de propuestas disruptivas y afanoso interés por sepultar el pasado, sobrepasa lo anecdótico de una simple rencilla.

Si lo que estuviera en juego, en medio del taquillero rifirrafe, no fuese el futuro de todo un país, la escena resultaría, incluso, divertida: un reclamo emerge desde las entrañas de un Gobierno que, en seis meses al mando, mínima disposición ha mostrado para atender inquietudes y reparos de quienes fungen como actores legítimos en las que deberían ser discusiones abiertas. Pide, la ministra, aquello que varios funcionarios de la Casa de Nariño se niegan a ofrecer: trabajo en equipo.

A los colombianos nos cuesta escucharnos; es cierto. Preferimos imponer con tal de ganar batallas de egos. De darnos el gusto de vociferar la victoria. A la concertación escaso lugar concedemos y al salir triunfantes actuamos cual si disfrutáramos someter al contrario. Nos acostumbramos a dinámicas agresivas que terminamos normalizando. Sin embargo, los métodos de la actual administración parecerían acentuar tan dañino proceder.

Colombia, ocupa el segundo lugar, después de Argentina, en la categoría de países ‵altamente polarizados′. Lo dice el Barómetro de Confianza Edelman en cuyo reporte, además, destaca la desconfianza en los gobiernos y la ansiedad, como dos de los factores que generan división. Ambas sensaciones, hoy, triste coincidencia, protagonistas en la escena nacional.

Y es que, en medio de la decadencia de las formas y las maneras, el tan mentado bien común es casi un incomprendido o, quizá, el mejor caballo de batalla para moldear según el antojo de turno. Se justifica en su nombre con tanta facilidad que raya en el manoseo y el panorama se complica cuando los ‵puntos de honor′ toman visos de obsesión.

Remar para el mismo lado significa, ante todo, respetar el concepto de nación. Se ganan elecciones en democracia con el compromiso de gobernar para un colectivo. Sin posturas rencorosas y excluyentes. Remar para el mismo lado, demanda coherencia con transparencia. Declaraciones confusas, contradictorias, incendiarias, con tintes de autoritarismo, siembran temor y cosechan incertidumbre.

También implica, el atlético ejercicio, asumir debates con pluralidad de voces. Reformas a puerta cerrada y transiciones de oídos sordos son, por defecto, irrespetuosas del Estado de Derecho. Nada más insano que el reino de la adulación sin crítica. Sobre todo, cuando las orillas contrarias refutan con estudiados argumentos.

Necesario resulta preguntarse, entonces, si las ministras Vélez y Corcho alguna vez han vivido la experiencia de remar en un bote real. Si saben lo que representa unir fuerzas para avanzar y lo imperativo de alcanzar acuerdos, de encontrar un norte común, antes de emprender la travesía.

Enarbolar las banderas del cambio exige liderazgos partidarios del diálogo y amigos de la prudencia. Liderazgos serenos, coordinados. Vocerías que convoquen. No que espanten. Deconstruir es un proceso que requiere un alto grado de responsabilidad y unas buenas dosis de humildad, paciencia y tiempo.

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