Química del cerebro para ser feliz
Hace como unos 12 años, me enfrenté un problema serio de insomnio. Después de probar múltiples tratamientos sin éxito, decidí investigar por mi cuenta cómo funciona el cerebro. En este proceso, descubrí el libro de la doctora Loretta Graziano Breuning, quien en su libro Habits of a Happy Brain (Hábitos de un cerebro feliz) explica el papel de los llamados “químicos de la felicidad”. Estos químicos -dopamina, endorfina, oxitocina y serotonina- son esenciales para que experimentemos bienestar.
Según la autora para comprender cómo actúan, es útil recordar que, como seres humanos, estamos guiados por un fuerte instinto de supervivencia. Este instinto esta dado por la evolución desde nuestros antepasados prehistóricos, quienes desarrollaron reacciones y respuestas automáticas ante situaciones de peligro o necesidad. Esta programación genética se manifiesta en el modo en que el cerebro reacciona ante las situaciones cotidianas, estimulándonos a buscar soluciones para sentirnos mejor.
El funcionamiento de estos circuitos cerebrales se estructura en lo que algunos investigadores, como el médico y neurocientífico estadounidense Paul MacLean, describen como “tres cerebros”: el reptiliano, que maneja las funciones corporales básicas; el sistema límbico, encargado de las reacciones emocionales; y el córtex, responsable de la creatividad y la adaptación a nuevas experiencias. Cada experiencia vivida se codifica en el cerebro y crea un “circuito de aprendizaje”. Es decir, que, si la experiencia fue negativa, nuestro cerebro intentará evitar situaciones similares en el futuro como parte de su estrategia de supervivencia.
Me encanta entender que aunque los recuerdos y aprendizajes antiguos permanecen en nuestra memoria, el cerebro tiene la capacidad de formar nuevos circuitos con experiencias positivas y adaptativas. Así que, esta red de químicos y circuitos cerebrales nos impulsa a creer que siempre hay un camino hacia un bienestar futuro, dándonos una perspectiva positiva, incluso en los momentos difíciles.
La doctora Loretta Graziano Breuning describe cómo ciertos “químicos de la felicidad” influyen en nuestras emociones y motivaciones diarias. La dopamina, por ejemplo, actúa como un motor de impulso que nos motiva a esforzarnos hacia nuestras metas; la endorfina permite que ignoremos el dolor y continuemos; la oxitocina nos impulsa a buscar conexiones de confianza con otros; y la serotonina se activa cuando sentimos que somos respetados y valorados.
He realizado diversos experimentos para entender mejor cómo estos químicos afectan nuestro bienestar, y en mi trabajo he notado que muchas personas que desean un cambio en su vida llegan con síntomas comunes de estrés y desbalance emocional: insomnio, ataques de pánico, irritabilidad constante, y sensaciones físicas como fatiga o dolores frecuentes. Al analizar cómo se expresan, noto que muchas veces cargan con pensamientos negativos y destructivos, como si el mundo estuviera en su contra.
Este escenario me recuerda mi propia situación antes de descubrir el camino hacia el bienestar a través del equilibrio neuroquímico. Para abordar estos síntomas, siempre sugiero a las personas un programa de desintoxicación de cinco semanas, que abarca no solo el aspecto químico, sino también el físico y espiritual. Este enfoque busca restaurar el balance de los “químicos de la felicidad” y darles herramientas para mejorar su relación con ellos mismos y su entorno.