En un estudio realizado por la Universidad de Pensilvania sobre la resiliencia encontraron que las personas a veces crean historias en la mente, muchas de ellas no son historias de amor o felicidad sino más bien unas caóticas y hasta catastróficas. A esto los investigadores les han dado el nombre de trampas mentales, a las que a mí me gusta llamar películas, videos o rollos mentales, que no es otra cosa que hacerse una historia en la cabeza. Como muchas veces estas historias crean ansiedad y sufrimiento, compartiré con ustedes los tipos de trampas mentales para poder hacer conciencia de ellas y poder trabajarlas, para así bajar el estrés que las mismas generan.
La primera es conocida como la trampa mental del “YO”. Sucede cuando una persona piensa que todo lo malo que ocurre en el mundo es por ella. Es decir, piensa que “está salado”, tiene mala suerte o seguro que está pagando un karma de una vida pasada. Frases como “siempre me pasa esto a mí” o “por qué me pasa esto si yo soy tan bueno” son frases típicas de esta trampa mental. La culpa constante hacia sí mismo le crea estrés.
A la segunda le han dado el nombre de “los otros”. Ocurre cuando siempre son los demás los que tienen la culpa de todo lo negativo que acontece en la vida de las personas. Normalmente va acompañada con la palabra “es que”, “es que el Gobierno”, “es que el jefe”, “es que mi compañero”, “es que mi esposo”. Dar excusas y no asumir la responsabilidad de las acciones genera una pérdida de propósito en cada labor.
La tercera, creer que se le puede leer la mente a la gente. En algún momento de la vida, ya haya sido en el colegio, la universidad o en el trabajo las personas empezaron a acostumbrarse a no preguntar, pues preguntar era sinónimo de ignorancia. La consecuencia de esto es que cuando no hay espacio para preguntar, el cerebro tiene dos opciones: llena los espacios en blanco a través de suposiciones o, adivina, opciones que en 99% de los casos crean problemas relacionales y estimulan a cometer errores de forma repetitiva, lo que al final se convierte en estrés.
A la cuarta se le conoce como la impotencia. Es una trampa mental que hace sentir a la persona sin fuerza ni destreza suficiente para poder salir del problema en el que se encuentra. La sensación que genera es de “esto es más grande que yo mismo”, lo que genera ansiedad y estrés.
La quinta, mi favorita, es la que se conoce como catastrófica. La mente se convierte en dispersa y caótica, conectando hechos y situaciones que no tienen nada que ver el uno con el otro. Ejemplo, a una persona le da tos. Busca en internet síntomas de covid-19. De acuerdo con la búsqueda no solo puede tener covid sino 18 otras patologías, todas las cuales empieza a sentir en su cuerpo. En cuestión de segundos está elaborando el testamento y organizando todo para partir al otro mundo. Nuevamente trae como consecuencia estrés.
De acuerdo con los hallazgos del estudio y las evidencias en consultoría y coaching, hay dos formas de trabajar las trampas mentales. La primera mediante la incorporación del mindfulness en el estilo de vida, como una herramienta de autoconocimiento y gestión.
La segunda, es utilizar tres herramientas para contrarrestar los pensamientos que se encuentran inmersos en las diferentes trampas, a saber. 1. Verificar o preguntar, antes de sacar cualquier deducción o conclusión que afecte la felicidad. 2. Ver la situación desde una óptima más positiva, que conduzca al aprendizaje y acción. 3. Tener un plan b o buscar alternativas de solución. Las personas resilientes son aquellas que ponen en práctica estas herramientas para convertir las trampas mentales en historias magníficas a ser contadas, para motivar e inspirar al cambio positivo.