Analistas 04/10/2014

Los pilares de la paz

Sin lugar a dudas, todos los colombianos estamos interesados en indagar la manera como edificar una convivencia que nos permita tener la tranquilidad de creer que nuestros proyectos de vida son posibles de realizar, por ello se hace interesante hacer referencia a los pilares fijados por Francesc Torralba para construir la paz, por considerar que son una buena orientación para lograr este cometido. En primera medida dentro de este concepto aparece la necesidad de construir la memoria histórica, debido a que el camino a la paz es un proceso que exige recordar, porque a través de la memoria de lo acaecido se evita banalizar lo acontecido, impidiendo que se repita la misma barbarie. Cabe anotar, que en esta tarea se requiere evitar sesgos, surgiendo la necesidad de sumar voces en su elaboración para su correcta administración, dejando en claro que nadie es dueño de la verdad, pero con la participación de todos si es muy probable que se llegue a ella.

El segundo pilar es la práctica de la justicia, la cual requiere de una correcta administración de la memoria, liberando los prejuicios o precomprenciones, debiendo ser conscientes de ellos a la hora de ejecutar la norma. En este aspecto hay que tener en cuenta, que también pueden haber inmersos intereses creados, dejando en claro que este no se debe entender como un ajuste de cuentas ni un proceso de venganza, porque como dice Habermas, la razón tiene intereses, y para evitar esto se sugiere, que exista diálogo en la interpretación de la justicia, es decir, elaborar una justicia intersubjetiva que sea ecuánime e imparcial.

El tercer pilar se refiere a la necesidad de identificar los resentimientos, teniendo presente, que estos no son una emoción producto de una acción racional, pero como seres humanos que somos si se pueden encausar, entendiendo que estos en primera medida devienen de una acción de comparación subjetiva, pero también pueden nacer de una acción objetiva como es el caso de las víctimas del conflicto; aspecto dentro de lo cual también tienen cabida los sentimientos históricos, lo que es consecuencia de los compromisos de filiación, surgidos de resentimientos heredados que obedecen a la existencia de sufrimientos ajenos. Ahora bien, en este álgido tema se deben evaluar los mecanismos para controlar estos resentimientos, asumiendo que el arrepentimiento no puede borrar lo acaecido pero sí debe ser el punto de partida, por lo tanto, es indispensable que en este acto inicial haya vergüenza y humildad para que la víctima se sienta en disposición de otorgar el perdón, incluso por los sentimientos de filiación con quienes fueron víctimas, momento en lo que indudablemente incide la gravedad de la ofensa y el tiempo transcurrido, deviniendo después la tarea de reparar y de reconstruir, ante lo cual se debe mostrar una verdadera voluntad.

Adiciona Francisco De Roux, que se hace indispensable el crear un lenguaje que ayude a construir la paz, porque las armas no son las que la edifican, sino es la confianza ciudadana la que realmente debe ser institucionalizada en la comunidad consolidando la convivencia. Hay que tener presente, que todos somos responsables de lo que ha pasado en el país, por lo que hemos o no hemos hecho, pero sin el ánimo de utilizar un espejo retrovisor que ahonde en las heridas, muy por el contrario, se debe es despertar una pasión por la dignidad, a la que se tiene derecho por el simple hecho de existir, edificando un país cada vez más humano. Sin lugar a dudas, las generaciones adultas fueron las que causaron la situación actual, pero es a las jóvenes generaciones, a las que se les entrega el fardo de la responsabilidad de construir una paz sin armas, porque el pasado como duro maestro que es, así nos lo ha hecho ver, haciéndose indispensable recurrir a la civilidad como esencia de la dinámica de una nación.