Cuál es el significado de tener una buena relación con la familia. Sin duda, es un asunto difícil de definir, delimitar y, más aún, de conversar sin tocar fibras sensibles. Para empezar, la cultura tiene un peso enorme en cómo se viven las dinámicas familiares: los roles, los intercambios afectivos, las conversaciones, los asuntos económicos y las relaciones de interdependencia y cooperación cotidianos.
En familias conformadas por personas de diferentes países, regiones o religiones, lo cultural cobra especial relevancia. Las diferencias en la jerarquía familiar, las costumbres morales y las creencias intocables —y a menudo innegociables— pueden influir tanto como las historias particulares de cada familia
Estas historias moldean los estilos familiares, que a su vez dotan de fortaleza o fragilidad a las relaciones. Y eso sin contar factores como las trayectorias laborales, las finanzas, el desarrollo personal o incluso la salud, que determinan si las familias permanecen juntas o distantes, tanto física como emocionalmente.
Hoy en día, parece haber una tendencia clara: los encuentros familiares se están reduciendo. Lo que antes era una gran familia reunida, con abuelos al centro de la mesa y un enjambre de hijos y nietos corriendo alrededor, ha dado paso a reuniones más pequeñas. ¿Y los abuelos? Con frecuencia, relegados a un segundo plano, sobre todo a medida que avanzan en edad.
Esos espacios -casi rituales- donde los mayores compartían, en los almuerzos domingueros, en los encuentros informales pero añorados por los abuelos y nietos, en los intercambios de ayudas o consejos de padres a hijos y de hijos a padres, en las llamadas telefónicas o incluso en los épicos viajes de hijos primos, padres y abuelos todos juntos, en la actualidad se vienen reduciendo. La razón es un cóctel de nuevas prioridades y un “no tengo tiempo” que, más que real, parece un disfraz de comodidad.
Según el Dr. Ricardo Iacub, PhD y especialista en adultos mayores, una de las quejas más comunes de este grupo es que son ellos quienes deben asumir la responsabilidad de invitar, organizar y, básicamente, mover cielo y tierra para que hijos y nietos los visiten. Esto los lleva a padres mayores y abuelos sentirse menos importantes, o peor aún, como una carga. La sensación se agrava en el caso de los abuelos viudos.
Algunos padres y abuelos perciben que, en este nuevo ecosistema familiar, no solo no son esperados ni valorados, sino que incluso solo generan malestar a sus hijos y nietos.
Y si hablamos de vacaciones familiares, el panorama no es mejor. Lo que antes eran momentos de unión intergeneracional, ahora suelen depender de si los abuelos están dispuestos a financiar la experiencia. De ahí la frase: “Un buen abuelo es el que tiene los bolsillos abiertos y la boca cerrada”.
La realidad actual parece responder a una sociedad que privilegia los vínculos entre quienes comparten la misma capacidad económica, intereses, creencias y experiencias pasadas. Esto también ha llevado a que los mayores busquen cada vez más actividades y encuentros con sus pares, alejándose del núcleo familiar.
En generaciones anteriores, los mayores esperaban que sus hijos se encargaran de su cuidado, e incluso, que los recibieran en sus casas si enviudaban. Hoy, la consigna parece ser: “No molestar”. Sin embargo, eso no significa que no anhelen cercanía, consideración e inclusión.
Es paradójico que, mientras muchos nietos crecen solos o al cuidado de personas ajenas, lo que realmente necesitan para una buena educación es compañía, cariño y ejemplo. Algo que los abuelos podrían ofrecer de sobra, si sus hijos no estuvieran tan “ocupados” justificando ingenuamente diciendo que “la calidad del tiempo es más importante que la cantidad”, aunque ese tiempo sea escaso y esporádico.
Que estas fechas sirvan para reflexionar sobre el verdadero pilar de la sociedad: la familia. Porque la crisis de valores e intolerancia que enfrentamos tiene su raíz en la incapacidad de aprender a escuchar, respetar, compartir y entender quiénes somos y de dónde venimos. Y estas lecciones solo se transmiten en el aula más importante: el hogar.