Antes que nada, permítame agradecerle por habernos permitido sobrevivir, pese a los riesgos generados por la ambición política, el mal entendimiento de las causas del cambio climático y la escasez de sentido común. Esto confirma que el respeto por los Derechos Humanos y la ética funcionan mejor como eslóganes de campaña que como principios.
Como en años anteriores, le escribo con inmensa gratitud y esperanza, pues veo en mi familia, amigos y entorno que, con estudio, trabajo honesto, solidaridad y compromiso, están disfrutando de la vida y construyendo un futuro feliz. Eso sí, aunque en otras latitudes, porque la precariedad diaria por acá equivale a la de un año en otros lugares.
Para el 2025 quiero pedirle:
1. Una brújula moral para los tomadores de decisiones en cargos públicos y sus contratistas. Basta con escuchar las noticias para notar que está averiada o, peor aún, hackeada. Que esta brújula incluya rutas claras hacia el conocimiento, la experiencia y la empatía. Con eso ganaríamos en salud, educación, seguridad, soberanía alimentaria y energética, es decir, en calidad de vida.
2. Un traductor para comunicarnos asertivamente y así entendernos. Que las palabras “tolerancia” y “consenso” dejen de ser términos de manual de liderazgo y se conviertan en herramientas reales. Y ya que estamos, una app que resuma los interminables discursos de los políticos en un párrafo: sin mentiras, sin ofensas, solo con acciones y resultados concretos.
3. Un filtro gigante para limpiar la tierra, el aire y el agua. Porque las conciencias de los violentos no se arreglan con un filtro cualquiera, sino con el peso de ver, desde la cárcel o desde el mismísimo infierno, los daños, injusticias e infelicidad que causaron con sus actos.
4. Un kit de magia para asegurar el presente y el futuro de esta tierra del café, las frutas, dos océanos, cientos de ríos, millones en biodiversidad y la riqueza en minerales, petróleo y gas.
5. Un despolarizante, para que las reuniones familiares y de amigos no terminen como juntas directivas de Betty la Fea.
6. Manuales de Urbanidad y Economía para los congresistas. Es evidente que no entienden la responsabilidad de representar a sus familias, regiones y al país. Las sesiones televisadas parecen fiestas de Halloween o un call center, aderezadas con discusiones a punta de palabras soeces.
7. Un equipo de expertos en IA y recursos científicos para resolver los trancones en nuestras ciudades. Sé que es ambicioso, pero si logramos que nadie tarde más de 20 minutos en llegar a su colegio, universidad o trabajo, mejoraría enormemente la calidad de vida. Y ya puestos en modo ahorro, ¿qué tal si desaparecemos los carros oficiales y las camionetas de los esquemas de seguridad de los “protegidos”? Ganaríamos aire limpio, ahorro energético y calidad de vida.
8. Un ejército de empresarios y emprendedores que generen empleo digno, paguen impuestos, contribuyan a salud y pensiones, desarrollen conocimiento, compitan por la calidad y los buenos precios, dejando a los extranjeros solo lo que no podamos producir. De paso, que convenzan a quienes redactan decretos de que es mejor incentivar que prohibir o castigar.
9. Un reflector gigante para encontrar a un “director ejecutivo eficiente”. Alguien con la visión de Elon Musk (sin las distracciones de Twitter), el pragmatismo de Angela Merkel, el coraje de Margaret Thatcher, el rigor científico de Marie Curie, la fe de Madre Teresa de Calcuta y el sentido de comunidad de Úrsula Iguarán. Porque lo que necesitamos son buenos líderes.
Le agradezco de antemano, aunque sé que no es fácil. Y si no puede cumplir con toda la lista, al menos mándenos una buena dosis de esperanza, salud y tranquilidad.
Atentamente,
Ramiro Santa