En las empresas, en los deportes, así como en la vida de las personas, cuando se enfrentan situaciones de alta complejidad y crisis, la batalla se empieza a perder con la desesperanza. El pensamiento de derrota lleva a decisiones desesperadas o en el otro extremo con actitud pasiva, falta de motivación y a una disminución de esfuerzos para lograr nuevas realidades que mantengan la integridad y el funcionamiento. Las personas y los equipos desesperanzados encuentran siempre miedos y dificultades para enfrentar desafíos, para buscar soluciones y para persistir en la consecución de sus objetivos. Es un fracaso anticipado, una rendición y lo que es peor, la destrucción de futuro.
El otro plato en la balanza es afrontar con toda la energía los desafíos pese a los diagnósticos y probabilidades, así como lo hacen equipos de alto desempeño, donde siempre hay un líder inspirador que logra hacer una conexión entre la confianza, la fe, la esperanza y el optimismo que genera alternativas de solución creativas, cohesión en los miembros de los equipos y acciones audaces que le apuesten al éxito.
La fe ciertamente tiene relación con la espiritualidad de las personas y proporciona una base de esperanza en la adversidad. La creencia en una energía superior, en un propósito mayor o en un plan divino brinda consuelo y confianza en que, a pesar de las dificultades evidentes, hay alternativas de solución y posibilidades de éxito. Así mismo, la fe ayuda a mantener la esperanza en la adversidad al proporcionar un sentido, un significado y un propósito, que también en caso de fallar ayudará a las personas y equipos en la resiliencia.
El optimismo se manifiesta a través de la actitud mental positiva hacia la vida y hacia el futuro. Las personas optimistas son las que ven oportunidades en lugar de obstáculos y están dispuestas a enfrentar los desafíos con una mentalidad constructiva y visión de un futuro triunfante. Esta actitud positiva puede influir en los resultados extraordinarios de varias maneras: generando en las personas motivaciones para luchar y alcanzar metas, fomentando la persistencia ante la adversidad, optimizando las relaciones interpersonales y generando compromiso.
La esperanza es la creencia en un futuro mejor, en el éxito de la lucha y la confianza en la capacidad de superar obstáculos, factores determinantes para el éxito. Es motivar a las personas a dar “la milla extra”, es seguir adelante en la adversidad ocupando el tiempo en encontrar soluciones innovadoras. La esperanza también está relacionada con la resiliencia, para que las personas y equipos puedan sanarse, recuperarse, crecer y aprender.
La teoría es de alto sentido común; los psicólogos tienen metodologías y los consultores empresariales han desarrollado herramientas para identificar los grados de conocimiento, conciencia y habilidades para los progresos e identificar bloqueos, pero nunca estas podrán generar actitudes, enseñar principios y espiritualidad para poder tener personas y equipos que desarrollen la fe, sean optimistas y tengan esperanza para poder transformar realidades y mucho menos a que obtengan logros extraordinarios más allá de la lógica y de la realidad convencional.
En el lado ganador, hay personas con principios que persiguen propósitos superiores; y en lado convencional, hay personas con estudios, probabilidades, diagnósticos y tendencias que sirven más para amparar sus decisiones derrotadas e inactividad, mientras que para los “ingenuos” esa misma información les sirve para hacer estrategias audaces que con fe, optimismo y esperanza implementan estrategias que inspiran y triunfan.