Analistas 19/10/2025

Dios perdona, la democracia no

Ramiro Santa
Presidente Sklc Group

Muchos hemos llegado tarde a la fe, pues ni la educación ni las preocupaciones daban espacio para cuestionar o buscar esperanza, tranquilidad o consuelo. Sin embargo, la adolescencia y la lectura de Gibran y Hemingway —además de los amores y desamores— me llevaron a pensar de qué estábamos hechos y quién era yo, sin tomar en cuenta lo que otros decían o en lo que debía creer.

Haber crecido en un hogar con amor y sin carencias, con padres de alta formación académica y gran interés intelectual, también trae desventajas; por ejemplo, basar el valor propio únicamente en la validación de terceros. Con el tiempo, esa realidad erosiona el sentido interior, pero obliga a aceptar las visiones críticas que sirven para equilibrar la autopercepción. Es importante resaltar que, sin sentido de identidad ni madurez, uno puede pasar por la vida sin dirección, sin creencias y, en consecuencia, sin voluntad ni carácter.

Incluso en los procesos escolares y universitarios, donde se instruye dando órdenes, cualquier persona con carácter tiene la capacidad de retar y cuestionar los mandatos de los profesores cuando estos violan sus valores y creencias. Lo anterior supone que la persona ha desarrollado una conciencia mediante la reflexión y el arduo trabajo de conocerse a sí misma.

En ese orden de ideas, la madurez es clave para entender lo que significa ser humano: un proceso moldeado por los valores, la ciencia y la fe. Ese filtro ético interior permite desarrollar el carácter, que a su vez guía las interacciones con la sociedad y el entorno. Es también un detector que se construye con años de aprendizaje y hábitos correctos.

Por otra parte, Aristóteles afirmaba que las decisiones en grupo eran mejores que las de una sola persona, debido a nuestra naturaleza social y racional. Sin embargo, esa decisión colectiva solo sería buena si el carácter ético de todos —incluso de los menos brillantes— fuese sólido.

Rousseau, al decir “el hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado”, sostenía que las personas pierden su capacidad de decidir y actuar porque toman malas decisiones sobre su conducta y sobre la forma en que deben ser gobernadas.

El auge de las redes sociales y de la inteligencia artificial ha hecho más difícil desarrollar criterios y valores para quienes realmente quieren entender el mundo. Aunque las redes ofrecen conocimiento valioso y herramientas maravillosas, a los más débiles solo les generan dependencia, les anulan el pensamiento crítico y manipulan sus sentimientos más bajos con noticias sin validación ni curaduría alguna.

Platón, en su relato de la cueva, describe cómo las personas pueden confundir las ilusiones con la realidad. Los prisioneros, encadenados al ver sombras, creen que esas siluetas son reales; y cuando alguno escapa y les cuenta lo que hay afuera, los demás se niegan a creerlo.

Mientras tanto, en varios países de la región la gente se prepara para elegir gobernantes. Y si, como dicen los sabios, los pueblos eligen según lo que son, la pregunta es obvia: ¿qué clase de ciudadanos quieren y son?; De los que quieren que los mantengan sin trabajar, o de los que todavía creen en el trabajo, la educación y el progreso?; Votan con miedo, con rabia porque lo que lo malo que sucede es culpa de otros?

Y la más importante: ¿asume UD. las obligaciones ciudadanas —respetar la ley, defender la justicia y la democracia— participando activamente, formando nuevos líderes, aportando algo, aunque sea un poquito… o prefiere seguir en modo “espectador indignado”, esperando a que otros tomen las decisiones por ustedes?

Porque, al final, la madurez también consiste también en entender que Dios puede perdonar, pero la democracia enseña !

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