Cuando uno escucha “país democrático, diverso, multicultural y con historia compleja” piensa en algún rincón del platanal… hasta que le dicen que allí hay seguridad, que se respetan los derechos humanos, que se fomenta el empresarismo, que la honradez es la norma y que las mafias no viven en mansiones, sino en la cárcel.
Otras pistas: se hablan cuatro idiomas y conviven cuatro culturas, unidos no por una desgracia ni por una selección de fútbol, sino por principios y valores compartidos. Su alto gobierno no lo dirigen caudillos ni predicadores del “yo salvaré la patria” en discursos pegado con mares de babas. Está en manos de un Consejo Federal de siete personas, cada una de un partido distinto, cada una con su ministerio y, ojo, obligadas a gobernar juntas. Por estas latitudes, “consenso” suena a almuerzo que nunca se concreta; allá, “consenso” es cláusula constitucional.
Ejemplo práctico: si la derecha quiere bajar impuestos y la izquierda aumentar el gasto, nadie gana por goleada, construyen acuerdos. El resultado: ni impuestos por el suelo ni chequera sin fondo -como bolsillo de payaso-. La presidencia rota cada año y el que la ocupa es más anfitrión que emperador; el poder real lo ejercen los siete. Valor agregado: nadie se pega a la silla.
Es Suiza. Pero la joya del reloj suizo no está solo en la puntualidad, sino en que la gente vota en promedio cuatro veces al año sobre asuntos concretos. Ejemplos de los mas votados: Tener doce domingos sin carro (rechazado por el 63,7 %); Incentivar y construir más senderos peatonales (aprobado por el 77,6 %), Prohibir construcción de minaretes musulmanes (aprobado por el 57,5 %): Contar con seis semanas de vacaciones (rechazado por el 66,5 %), Implementar el salario mínimo universal (rechazado por el 76,9 %)… y, sorpresa, sobreviven a los resultados sin que medio país quiera prenderle fuego al otro medio.
Mientras, a comienzos del siglo XX, por estas latitudes se separaba Panamá y Perú se batía en una guerra con Colombia, en Suiza introducían la representación proporcional: si un partido saca el 30 % de los votos en un cantón con diez escaños, se lleva tres. Así, sin reconteos, sin tutelas, sin fallos sacados del sombrero de magos togados.
También tienen la iniciativa popular, que permite modificar la Constitución con 100.000 firmas y mayoría en más de la mitad de sus 26 cantones. El gobierno puede reaccionar con contrapropuestas … y el pueblo decide. Existe el referéndum obligatorio para cambios mayores y el facultativo para frenar leyes ya aprobadas con solo 50.000 firmas. En esta esquina de América tropical, con esa votación, apenas alcanzaría para montar un partido político… de garaje.
El resultado: gobiernos que escuchan y cumplen. No son perfectos pero el músculo democrático es activo y fuerte. Ejemplo: en 2013, un referéndum para unificar la política familiar fracasó con 54 % de apoyo porque no alcanzó la mayoría de cantones. Allá, las reglas se cumplen aunque a veces no convengan a los que ganan.
Alemán, francés, italiano y romanche, idiomas diferentes con sus propias culturas y una sola convicción: justicia, seguridad y respeto. Sus líderes no gastan el tiempo en manejar con un espejo retrovisor del tamaño de un panorámico para culpar al anterior, sino en acordar qué sirve y conviene a todos.
Por ahora, mientras en Berna, capital de la Confederación Helvética -Suiza- deciden con votos si quieren más bienestar y más trabajo digno, en esta esquina tropical siguen los insultos de campeonato y las promesas de feria con más gastos, más impuestos… menos independencia de los poderes públicos. Y así, entre discursos inflamados y realidades apagadas, seguimos creyendo que la democracia es un acto cada cuatro años… cuando en Suiza es un hábito.
Quizá el día que por esta esquina del mundo se entienda que democracia no es elegir al que más miedo o rabia provoque, sino construir un país donde todos tengan asiento en la mesa —y nadie quiera llevársela entera para su casa—, habremos avanzado. Por eso la invitación es a oír más para identificar, apoyar y trabajar por quiénes son los que si pueden, tienen la capacidad y la experiencia.