Las empresas además de ser el motor de la economía, la fuente de los empleos dignos y en consecuencia del sustento económico de familias, de la salud para los empleados y su grupo familiar, son la fuente de los impuestos para pagar el funcionamiento del Estado, que conlleva, además de los recursos de inversión del país, los salarios y beneficios de los funcionarios públicos.
Dicho lo anterior, en la actualidad las empresas están concebidas como una realidad social, ambiental y económica a la que todos le debemos nuestro bienestar y realización como sociedad. En esa lógica es claro que son cada vez más las empresas compitiendo por desarrollar las mejores soluciones para sus clientes, los mejores precios y las mejores externalidades; por su parte, los clientes son más exigentes, más demandantes y menos tolerantes a los errores y deficiencias. Contrario a las visiones legalistas que quieren regular todo lo ya inventado, las fuerzas del mercado son más exigentes que las mismas leyes para las empresas que quieren permanecer y crecer.
Nadie se conforma con el producto o servicio si no está claro el compromiso ético con la sociedad con metas claras en lo económico, social y ambiental y así vemos como cada vez más la sociedad premia en los mercados a las empresas de comportamientos ejemplares y castiga a los que se equivocan por acción u omisión.
El empresario, por definición, está expuesto a todos los riesgos y saca ventaja de todo lo que puede serle favorable y en nuestro país, por la violencia, la infraestructura, el exceso de regulación, los empresarios y directivos de empresas han podido sortear toda clase de obstáculos, innovando en soluciones creativas y cada vez más mejorando la cantidad y calidad de empleos con la inclusión, la salud ocupacional y la seguridad industrial. (Traigan a la memoria como se cargaba a lomo de obrero un camión de cemento y como se carga hoy).
Otro ejemplo de la capacidad de los empresarios es el aporte a construcción de bienes públicos y de aporte a las grandes iniciativas de construcción de país y de paz a través de las alianzas público privadas y en muchas ocasiones con la atracción de capital extranjero, demostrando a propios y foráneos la capacidad de nuestras empresas de hacer bien las cosas.
No se entiende entonces por qué algunos periodista se refieren a los empresarios como los culpables de todos los infortunios, desde el señor "empresario" que tiene un accidente automovilístico o el "empresario" responsable de la extracción hampona de minerales (mal llamada minería) hasta del "empresario" del narcotráfico. Siempre presentando al empresario como un oficio de villano y en consecuencia culpable. Reivindiquemos el buen uso de las palabras y congratulémonos por tener un país de empresarias y empresarios decentes y valerosos que con su comercio, empresas, fábricas, transporte, salones de belleza, restaurantes, etc etc ofrecen empleo, pagan impuestos y nos dan bienestar a todos.