Analistas 07/09/2025

Entre el festival de la muerte y la vida eterna

Ramiro Santa
Presidente Sklc Group

El 3 de septiembre de 2025, Pekín decidió montar no un desfile, sino un espectáculo de ciencia ficción: drones aéreos y submarinos, misiles hipersónicos, bombarderos y hasta un flamante misil balístico intercontinental, el DF-61, capaz de enviar ojivas nucleares a cualquier punto del planeta. Un show de 90 minutos digno de Hollywood, con la diferencia de que aquí las explosiones son de verdad.

Los protagonistas parecían en una película de James Bond: Xi Jinping, Kim Jong-un y Vladímir Putin. El ruso agradeció el apoyo chino “en la lucha contra el neonazismo contemporáneo” (el enemigo que siempre sirve para justificar cualquier decisión arbitraria) y Kim celebró que la cooperación con Moscú va viento en popa desde el pacto estratégico del año pasado. Era la primera vez que este trío de líderes vitalicios se reunía desde hace 14 años.

En el discurso, el presidente Xi Jinping afirmó: la “renovación y el auge de la nación china son imparables”, también dijo que es “una fuerza para la paz y el desarrollo” y advirtió que “ningún abusador puede intimidarnos” , lo anterior evidencia que más allá de ser un desfile militar con una muestra de la fuerza bélica de China, sino también una alianza entre China, Rusia y Corea del Norte.

Y cuando parecía que lo más sorprendente del desfile eran los juguetes bélicos, un micrófono indiscreto convirtió la solemnidad en reality show. El traductor de Putin dejó escapar, en chino, esta perla: “La biotecnología se desarrolla continuamente… los órganos humanos pueden trasplantarse de manera continua. Cuanto más vives, más joven te vuelves, e incluso puedes alcanzar la inmortalidad”. Xi, sin parpadear, respondió: “Algunos predicen que en este siglo los humanos podrán vivir hasta los 150 años”.

El intercambio, transmitido en vivo por cadenas como CCTV, CGTN, AP y Reuters, superó los 1.900 millones de visualizaciones online y los 400 millones de televidentes en las primeras horas. Lejos de matizar lo dicho, Putin lo confirmó después ante la prensa: subrayó que los avances médicos y quirúrgicos en trasplantes de órganos permiten imaginar una longevidad activa diferente a la actual.

La escena no pudo ser más jugosa: dos septuagenarios obsesionados con permanecer en el poder hablando de vivir hasta los 150 años. Xi ya se deshizo de los límites constitucionales y Putin tiene vía libre hasta 2036. Eternos en el cargo, y ahora, tal vez, eternos en la vida.

Pero la conversación choca con un detalle incómodo: China alberga uno de los mayores programas de trasplante de órganos del planeta, con un pasado manchado por denuncias de extracciones forzadas a prisioneros y disidentes. Aunque en 2007 se aprobaron reformas para fomentar la donación voluntaria, persisten dudas sobre la trazabilidad. No parece el mejor contexto para hablar de inmortalidad y vuelve a poner en la agenda de la humanidad que los avances científicos nunca están desligados de dilemas morales y éticos.

La indiscreción técnica convirtió el evento militar en un fenómeno mediático global: The Times, Financial Times, El País, Huffington Post o The Daily Beast tuvieron portada, los analistas van desde los análisis políticos y éticos hasta la ironía. Por su parte las redes sociales hacían de las suyas con caricaturas de Putin y Xi como supervillanos en bata de laboratorio, memes de ellos bebiendo elixir de la eterna juventud y hasta montajes en los que reemplazaban a Drácula en su castillo.

La ciencia médica promete horizontes relacionados con la salud, pero también arrastra dilemas éticos y morales que aún no han sido resueltos, mientras la política del poder revela que la preocupación por el tiempo vital no es solo personal es para prolongar la vida y prolongar el control. Mientras la opinión pública global con cierta ilusión personal, sabe que esta posibilidad también es para crear o perpetuar algunos Frankenstein que ni la biotecnología ni el buen humor lograrán jubilar.

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