En la historia de la humanidad son y han sido instrumento para la agricultura, la ganadería, la caza, el transporte, el comercio, los deportes, el arte y las estrategias militares. Ellos también han sido participes de conquistas de territorios, corazones y de luchas por amores y odios. Su imagen se asocia con poder, lealtad y trabajo.
Pegaso, el legendario caballo de Zeus, ascendió al Olimpo para estar entre los dioses, y su establo se ubicó junto a la bodega de los rayos. Pegaso y su hermano nacieron de la sangre derramada por Medusa cuando Perseo decapitó a la Gorgona.
Incitatus fue el caballo de Cayo Julio César Augusto Germánico -Calígula- nieto de Nerón, se convierte en emperador de Roma a los 25 años. Entre sus excentricidades estuvo la de nombrar a su caballo Cónsul de Bitinia. El emperador amaba a su caballo con la misma pasión con la que despreciaba a los senadores romanos. En varias ocasiones anunció su intención de nombrar a Incitatus, para demostrarles a los senadores que su papel lo podía desempeñar perfectamente su caballo.
Othar, un equino de la extinta raza de los tarpanes, era conocido por su ferocidad y la creencia de que donde pisaba no volvía a crecer la hierba. Montado por Atila, el Rey de los Hunos, Othar era un símbolo de poderío en las estepas asiáticas.
Bucéfalo, el corcel de Alejandro Magno, acompañó al conquistador en sus guerras y victorias por Asia durante treinta años. Aunque inicialmente indomable, Alejandro descubrió que el caballo le temía a su propia sombra y logró domarlo, convirtiéndolo en su fiel compañero en batallas épicas.
Babieca fue el legendario caballo del Cid Campeador, quien llegó a dominar prácticamente todo el oriente de la península ibérica. Héroe nacional, noble caballero andante, soldado mercenario con su caballo. Cuentan que cuando el Cid era un niño, su padrastro lo llevó a la caballeriza y le dijo que podía elegir el caballo que más le gustara. Eligió el más tranquilo, y su padrastro le dijo “ese es un babieca” que traduce, flojo y bobo, pero la ironía es que ese caballo se convirtió en el mejor corcel.
A Marengo, el caballo de Napoleón Bonaparte, se le puso el nombre en homenaje a la batalla de Marengo. Llevó a Napoleón a las batallas de Austerlitz, Jena y Wagram, Waterloo y en 1812 en la trágica retirada de Moscú. Otra hazaña de Marengo fue llevar a Napoleón a todo galope desde Valladolid hasta Burgos, en 5 horas, unos 130 kilómetros, aunque hay quienes afirman que fueron solo tres y media.
Tras la derrota en Waterloo, el teniente británico GH Francis Petre encontró a Marengo herido y perdido. Lo reconocieron por sus herrajes imperiales de Napoleón y lo tomaron como prisionero de guerra hasta que murió, en 1831, a la edad de treinta y ocho años. El esqueleto de Marengo fue restaurado para la celebración del segundo centenario de la batalla de Waterloo y está en el Museo del Ejercito Británico.
Muñeca fue la yegua de Pancho Villa y fue rebautizada como la Siete Leguas debido a una hazaña en la que lo salvó en una persecución de un pelotón de caballería donde Villa y su corcel galoparon 40 kilómetros con la yegua herida por una bala.
Bolívar: incontables fueron los corceles, que le regalaron, Fraile, Venado, Muchacho, Zaino y el de más recordación Palomo Blanco. Caballo obsequiado por Casilda Zafra, campesina de Santa Rosa de Viterbo, Boyacá, después del paso del ejército patriota desde los llanos por el páramo de Pisba en 1819.
¡Mi reino por un caballo!” recitan los actores desde 1592 pues Shakespeare en su obra pensó que eso era lo que podía ofrecer Ricardo III cuando tuvo la certeza que el ejército había sido vencido por Enrique VII en la batalla de Bosworth Field, y que su destino sería la muerte.
Caballo grande o no ande, los de la historia se entrelazan con los de la mitología, con los de la literatura y con los que nos han servido, enseñado y hecho aflorar las sensaciones y vivencias más maravillosas.