Nuestra vida diaria está moldeada por hábitos, desde las decisiones aparentemente triviales hasta las más significativas. Los gustos y costumbres en el comer, en cómo nos relacionamos con los hijos, familia y trabajo, en las prácticas de ahorro y gasto, en el gusto por los deportes, en los temores y creencias; todo está influenciado por hábitos arraigados en nuestra mente.
Estos hábitos se forman sin involucrar la voluntad a partir de rutinas cotidianas o influencias externas como la información. C. Duhigg de la universidad MIT ha desentrañado la psicología y neurología detrás de estos hábitos buenos y malos -mañas- , identificando un bucle de: señal, rutina y recompensa.
Los investigadores concluyen que nuestro cerebro busca eficiencia, convirtiendo rutinas en hábitos para ahorrar energía. Una vez establecidos, los hábitos operan automáticamente, dejando al cerebro libre para otras tareas. Sin embargo, los buenos hábitos y las mañas pueden cambiarse o reemplazarse mediante la comprensión y el control de este bucle.
La investigadora A. Graybiel señala que los hábitos quedan grabados en nuestro cerebro, lo que puede ser una ventaja en algunas enfermedades donde se afecta la parte superficial del cerebro donde hay procesos complejos como la creatividad y la solución de problemas pues los hábitos son rutinas que están alojadas en la parte profunda y se hacen mecánicamente. Pero también pueden ser un obstáculo pues los malos hábitos -mañas- pueden equipararse a adicciones, y cambiarlos requiere identificar las señales que los activan y desarrollar respuestas alternativas.
En el mundo empresarial muchas organizaciones desarrollan algoritmos para comprender los hábitos de sus clientes para desarrollar estrategias de invitación al consumo por sus gustos, estados de ánimo asociados a una sensación placentera a una acción, o estableciendo procesos con altos estándares de seguridad a actividades convirtiendo una rutina en un hábito.
Ahora se sabe por qué́ surgen los hábitos, cómo cambian y cuál es su mecánica de funcionamiento. Se han desarrollado metodologías para compartimentalizar los hábitos en partes para reconstruirlos o cambiarlos. Se conocen los motivos detonadores del por qué la gente hoy come más saludable, hace más ejercicio, es más eficiente en su trabajo y aproxima la vida de manera más homogénea. Pero también se sabe que pese a la ciencia transformar un hábito no siempre es fácil o rápido; no es sencillo, pero sí es posible.
La neurología de los hábitos también revela que para cambiar un hábito malo o maña hay que encontrar una rutina alternativa, y las probabilidades de éxito aumentará cuando hay compromiso y convicción de cambio. También se sabe que hay dos factores críticos de éxito que son tener fe y ayudarse con experiencias grupales, caso de alcohólicos anónimos en el mundo.
El cambio si es posible, los fumadores pueden dejar de fumar, los alcohólicos pueden dejar de beber, así mismo la drogadicción o el juego de azar. Puedes dejar de morderte las uñas o de gritar a los hijos, de pasar la noche en vela o de preocuparse por pequeñeces. Los eternos perdedores pueden llegar a ser campeones. Y tal como ha probado la evidencia, no solo cambian las vidas de las personas cuando se ocupan de sus hábitos, también las empresas, instituciones y sociedad.
En resumen, entender la neurología de los hábitos da las herramientas para cambiarlos. Si queremos cambiar un hábito, debemos identificar las señales que lo activan, encontrar una rutina alternativa y tener la convicción de que el cambio es posible.