Analistas 10/03/2024

Indianas en ADN

Ramiro Santa
Presidente Sklc Group

En la extensa variedad gastronómica española, fruto de la amalgama racial y cultural, sobresalen platos emblemáticos que llaman la atención: el gazpacho y la tortilla española. De manera sorprendente, estos manjares tienen ingredientes protagonistas de origen americano. El gazpacho se elabora con tomate, mientras que la tortilla de patatas se prepara con un tubérculo proveniente de la gran Cordillera de los Andes.

Las investigaciones recientes están arrojando nueva luz sobre la conquista, desafiando nuestras concepciones preestablecidas y revelando una realidad mucho más compleja y sorprendente de lo que se creía, según los hallazgos de historiadores contemporáneos.

Con evidencias históricas contundentes, podemos afirmar que en el ADN español corre sangre americana, resultado de más de 300 años de pertenencia al reino y más de 500 años de relaciones diversas, desde amorosas hasta comerciales, con toda América, desde la Patagonia hasta los Estados Unidos pasando por el Caribe.

A España llegaron, además de los indígenas que por su conocimiento, oficio y liderazgo en el gobierno de las colonias, también miles de mestizos enviados por sus padres desde América con una historia diferente. Un ejemplo notable es Francisca Pizarro Yupanqui, quien no solo llega a vivir en un palacete en Madrid, sino que también se traslada a la corte de Felipe II.

Los mestizos ricos que llegan a España forman una auténtica oligarquía mestiza, siendo reconocidos en los pueblos o ciudades que habitan, y llegando incluso a desarrollar negocios, instituciones y poblaciones con una arquitectura particularmente bella y generosa conocida como "Indiana", que se puede admirar en Galicia, Asturias, País Vasco y Cantabria.

Las investigaciones del historiador sevillano Mira Ceballos, quien ha pasado décadas investigando una especie de historia a la inversa y la vida poco conocida de los primeros indígenas que arribaron a Europa desde 1.493, revelan que, contrario a la narrativa convencional, el 95% de quienes conquistaron, colonizaron y administraron América eran indígenas.

Esta revelación desafía profundamente nuestra comprensión tradicional de este período histórico, obligándonos a reconsiderar quiénes eran los verdaderos protagonistas de la conquista.

Sería posible que Francisco Pizarro, con 180 hombres, hubiera podido conquistar Tahuantinsuyo con 2.000 km² o que Hernán Cortés, con 508 efectivos, hubiera podido hacer lo propio con el imperio Azteca. La conquista fue pactada entre nativos y españoles, donde los mismos indígenas se quedaron como sargentos y alguaciles mayores y otros cargos de importancia; por su parte la Corona aceptó y mantuvo toda la estructura indígena de cacicazgos, curacazgos y jefaturas.

Obviamente, había eurocentrismo, donde desde el Viejo Continente se consideraba a las civilizaciones indígenas como bárbaras, pero no se les puede pedir que pensaran como funcionarios de la ONU. La visión de los indígenas sobre Europa dependía de su origen; por ejemplo, si era un indígena Azteca de Tenochtitlan, poco se impactaba, pues su ciudad doblaba en tamaño a Sevilla.

Según los hallazgos de los historiadores contemporáneos, a la Madre Patria llegaron caciques, curacas, pipiltines, pillis y taínos, probando su papel de conquistadores y administradores para pedir prebendas, tierras y títulos nobiliarios, que la Corona les otorgó. Mucha de esa nobleza indígena se mezcla con la nobleza española, afirmando que grandes nobles españoles son descendientes directos de Huayna Cápac o del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin.

En resumen, las investigaciones recientes nos invitan a reevaluar nuestra comprensión de la conquista de las Américas y su impacto en España. Nos desafían a mirar más allá de las narrativas tradicionales y adentrarnos en un mundo de contradicciones que nos obliga a repensar nuestra concepción de la historia y la identidad.

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