El Viejo Migue, Mercedes, El Mochuelo, el Cordobés, La Demanda, El Tropezón, Añoranzas, No es Negra es Morena y Me Rindo Majestad son parte de la prolifica obra que inicio a los 7 años con la puya “Mazamorrita crua” el gran juglar de la Sabana Adolfo Pacheco quien falleció este viernes 27 de enero.
Así como las esmeraldas, el café y el oro han sido los emblemas de Colombia en el mundo; la quina, la minería, el petróleo han sido las riquezas de los colombianos; la literatura, el arte y la música que han sido el gran aporte de este país a la cultura letras de la humanidad que se recrea, se enamora, aprende, baila y canta con las obras de los nacidos en estas latitudes.
Adolfo Pacheco Anillo nacido en San Jacinto Bolívar en 1940, mestizo como la gran mayoría de los colombianos, descendiente de Laureano Pacheco Estrada, pecoso y blanco casado con una mujer negra llamada Crucita Estrada e hijo de Miguel Pacheco, el viejo Migue. Su padre líder político del partido Nacional Socialista Obrero alemán y de ahí su nombre Adolfo. El juglar estudio en Cartagena su bachillerato, donde se reconoció como un amante de la literatura; inicio la carrera de ingeniería en la Universidad Javeriana de Bogotá y años después estudio y obtuvo el titulo de abogado en la Universidad de Cartagena donde conoció a su esposa la también abogada Lady Anillo, a quien le dedicó la canción el Tropezón. Entre sus trabajos estuvo director de transito y diputado de Bolívar y del Atlántico por el partido conservador y por el partido liberal respectivamente.
La rivalidad musical con la llamada música de acordeón sabanera y el vallenato incitó a la creatividad de todos los musicos y seguidores para que en los tinglados de todos los festivales se propusieran nuevas canciones y crearan nuevos estilos de interpretación de paseos, merengues y puyas, beneficiando a la cultura donde la canción “La Hamaca Grande” es el colorario de esa rivalidad pues invita a todos los compositores e interpretes de ese inmenso genero.
El gusto por el Caribe lo adquirí en Puerto Rico donde el bolero de Daniel Santos era el pan de cada día pero este género musical colombiano lo aprendí en el colegio entre la lectura de la obra del Nobel Gabriel García Márquez y tratando de entender la felicidad de unos compañero en las bucolicas y brumosas mañanas de un colegio suizo en Bogotá donde la colonia de costeños: Cure Lemaître, Villazón Aponte, Henríquez, con grabadoras aparatosas nos compartían su alegría con música y canciones vallenatas.
Conocí a Adolfo Pacheco en Cartagena en el festival de música “La Hamaca Grande” siendo alcaldesa la María Mulata, Judith Pinedo, fueron tres días de conversación intensos lleno de risas y muchos abrazos que nos lo debiamos por habernos conocido tarde que terminó en un conversatorio en el teatro Heredia, que lleno de seguidores y entendidos construyeron entre todos los asistentes por invitación y facilitación del gran Juan Gossain la narrativa de música de arcordeón de las Sabanas de Bolívar donde salieron a relucir artistas de la valia de Andres Landero y Alfredo Gutiérrez entre otros. Paz en la tumba de Adolfo Pacheco poeta y musico.