Ante la picadura de un mosquito no hay voluntad suficiente para evitar el rascarse instintivamente, siendo el resultado en un principio placentero pero las consecuencias son a veces mas graves que la solución. Si ese instinto se traslada a la toma de decisiones tenemos resultados como lo que hemos visto con los subsidios para todo, bajo el prurito del pobrecito lo que ha llevado a desincentivar el talento, la capacidad y las mismas libertades de elección de las personas para desarrollar alguna actividad económica o búsqueda de empleo que le permita escoger desde donde vive, que servicio de salud y que plantel educativo es el mejor. Sin control, las personas prefieren el Sisben a pagar por el servicio de salud y el subsidio bajo el paraguas de cualquier victimización antes de incentivar la cultura del esfuerzo y desde el gobierno generar las condiciones de igualdad para el acceso a las oportunidades.
Para tener el acceso a las oportunidades se necesita una buena educación, lo que tampoco se ve cerca pues al día de hoy hay miles de niños sin clases presenciales pues el sindicato de los educadores tiene motivos e ideologías que no les permite cumplir con sus responsabilidades; mientras los niños con educación privada, que no ricos, si están actualizándose, estudiando y dejando a sus padres ir a trabajar pues muchos de ellos, a cambio de los profesores públicos, no se les mermó el ingreso.
Este escenario tampoco mejorará si no se prioriza la conectividad, la cual no solo es indispensable para la educación, pues es también una herramienta de acceso remoto a los servicios de salud, de trabajo para padres y especialmente para las mas golpeadas en la pandemia que son las mujeres que cuidaron a sus familias y que pudieran estar generando ingresos a través de las redes como lo ha demostrado iniciativas empresariales y organizaciones mundiales como SheWorks, presidida por una colombiana.
Otra rasquiña con soluciones perversas es el sistema impositivo a las empresas -que son las que generan el mejor y mayor empleo, pagan los impuestos para sufragar el funcionamiento del gobierno y generan la cultura del valor ganado, de la curiosidad, del emprendimiento generando las condiciones para la consolidación de las libertades de pensamiento, movilidad y desarrollo que son evidentes en los países desarrollados-, así los de la ideología de izquierda, pero con billetera en la derecha griten lo contrario. La consecuencia en esta carga impositiva también es inversa pues la carga de impuestos desincentiva el emprendimiento y la formalización de las empresas.
Una preocupación de todos es la del consumo de tabaco y de licores por lo que se ha seguido también la teoría (que ha funcionado en los países que realmente hay control y respeto a las leyes) basada en el aumento de impuestos al consumo de estos productos, lo que traerá de nuevo las mafias del contrabando de trago, de cigarrillos y lo que es peor, la adulteración de licores que lleva a la muerte o a la ceguera, en el mejor de los casos. También es conocido que esas mafias contrabandistas del pasado muchas veces estaban asociada al narcotráfico y hay que recordar la historia para evitar revivirla.
En categoría de rasquiña alérgica encontramos el bien necesario que es la industria de la minería, el gas y petróleo. Esta industria además de la importancia económica para el desarrollo y progreso social en los lugares mas apartados, de conectividad vial y virtual, de fortalecimiento de las instituciones, trae de la mano externalidades maravillosas como la construcción de capital social, de participación ciudadana en política, de inclusión de poblaciones vulnerables y de construcción de la cultura del cuidado de la vida a través de las prácticas de salud ocupacional, proyectos medioambientales con capacidad de generar impactos netos positivos y de practicas seguras de trabajo. Las campañas políticas con eco en algunos medios con medias verdades o verdades manipuladas dan tratamiento de “queridas” a estas industrias pues en publico las desconocen pero en privado son absolutamente consientes que el país vive y necesita de los recursos, de la energía, de la inversión, de los programas sociales y ambientales y del entendimiento de una industria responsable y ejemplar. Y mucho más ahora que la energía mundial -hasta para los vehículos eléctricos- en el mundo se produce responsablemente con gas, petróleo y carbón y que casas, aviones, respiradores y celulares son producidas con estas riquezas que algunos políticos radicales las hacen aparecer como un mal necesario.