En la navegación marítima, los faros son señales de alto poder lumínico situadas en tierra firme que emiten luz 360 grados y que son guía y referencia para saber en qué lugar se encuentra, que riesgo potencial hay para la toma de decisiones y, así, continuar el rumbo de forma segura, fluida y sin improvisaciones.
En este ambiente mundial, la incertidumbre se convierte en la gran preocupación debido a una pandemia que no cede, una guerra inexplicada que continua atentando contra niños, mujeres y ancianos atacados indiscriminadamente en templos religiosos, albergues, centros comerciales; un cambio climático real con fenómenos ambientales cada vez más descontrolados; una economía desquiciada por los efectos de todo lo anterior y agravada por unos caudillos que ostentan su poder tomando decisiones que vulneran a la especie humana con hambrunas, desabastecimientos, pobreza y conflictos .
Suramérica, y particularmente esta esquina norte, no se escapa de las consecuencias de la coyuntura mundial y, con cierto nivel de autismo agravado por la desinformación de las redes sociales, ha tomado la decisión de buscar nuevos caminos con la esperanza de que les de respuestas a sus necesidades.
Ahora en el poder, los nuevos gobernantes de estas latitudes tienen que hacer realidad sus promesas de inclusión de razas, géneros, capacidades distintas, de lucha contra la pobreza, mejor salud, educación, cuidado del ambiente y calidad de vida. Lamentablemente, lo que se ve en Chile y Perú es más parecido al infortunio de Venezuela y Argentina que a la generación de riqueza y oportunidades para todos los ciudadanos y empresas* de Suecia, Noruega o Finlandia.
En el caso colombiano, pareciera que los elegidos para el periodo 2022-2026 están buscando la mejor forma de conformar un gobierno capaz de diseñar las estrategias para ejecutar acciones concretas que cumplan con las promesas, preacuerdos y deseos de esta apuesta política.
Es grande la expectativa de quienes eligieron al candidato ganador, el miedo de los que votaron en contra y de los que no votaron, el congelamiento de recursos de inversionistas y emprendedores colombianos y extranjeros, la incertidumbre y ralentización de los proyectos de empresarios pequeños, medianos y grandes que esperan una señal para no perder los logros de los últimos 20 años, todos esperando una luz que permita entender y valorar sus decisiones.
Mientras tanto, la velocidad de la realidad conectada y sistemática no tiene freno y la falta de señales está erosionando la confianza y la robustez de la economía, la inercia de los negocios, la ejecución de programas de cooperación, los planes empresariales generadores de empleo, riqueza e impuestos y de paso el optimismo, la esperanza y los sueños de la mayoría. Lo anterior se agrava con los funcionarios del gobierno actual en la recta final, timoratos o desentendidos u ocupados en los empalmes tampoco toman decisiones y solo esperan que los confirme, les pidan o acepten la renuncia.
La gran conclusión e invitación es que se necesitan señales, que se prendan los faros a través de mensajes y acciones coherentes, ojalá en alianza con los gremios, asociaciones y las otras ramas del poder público, apoyados en la información real y certificada de los medios de comunicación y generadores de opinión para que no se pierda la voluntad de todos los que han creído en Colombia y sus instituciones
*Incluye las empresas nórdicas minero energéticas, petróleo y gas que son las grandes generadoras de tecnología, impuestos y riqueza.