Bajo ningún punto de vista es aceptable que la vida de una personalidad valga más que la de un ciudadano común, no es aceptable que se gaste tantos recursos en seguridad particular, no es aceptable que la seguridad privada solo mire adentro de los edificios o negocios, no es aceptable que quienes conocen la información o reconocen movimientos extraños no la compartan con las autoridades y después solo digan que ellos si sabían, sospechaban o que vieron y no hicieron nada.
La seguridad es un bien público que construimos entre todos, entendiendo que debemos ser cumplidores de la ley, conociendo nuestros deberes, siendo consecuentes con nuestros principios, acercándonos a las autoridades de nuestro vecindario, conociendo nuestros vecinos, informando sin miedo los cambios y sospechas ; en conclusión reconociendo nuestro rol de ciudadano, esforzándonos en cuidar nuestro entorno y a quienes nos rodean y queremos.
El principio de los esquemas de seguridad es pronosticar y prevenir los riesgos que vulnere la integridad de las personas lo cual se logra a través de tener una buena información y una solidaridad en el entorno y en los movimientos diminuir los tiempos de exposición y garantizar una reacción oportuna ante la amenaza, lo que nos indica que el número de escoltas, carros y armas no es garantía de nada.
En esa lógica no se entiende los ingentes gastos en vehículos, armas y personal 24 horas y 365 días, siguiendo a políticos, funcionarios públicos, personas que se sienten, se inventan o realmente están en riesgo; gastos onerosos que deberían estar en inversiones en inteligencia, tecnología de punta, mejoramiento de entornos, construcción de redes comunitarias y presencia institucional que nos brinda seguridad, tranquilidad y convivencia a todos los ciudadanos.
Si fueran efectivos esos sistemas de celadores y esquemas de seguridad la Avenida Chile de Bogotá sería el lugar más seguro del mundo y la realidad fáctica nos demuestra que sucede todo lo contrario.
El sistema está tan distorsionado que se volvió una forma de drenarle recursos al Estado con conductores, vehículos con combustible ilimitado y escoltas que los usan como mandaderos y transporte familiar (incluye vacaciones, festivos, eventos sociales, etc) pues es estatus de importancia y patente para no hacer fila, no respetar semáforos, parqueos ni norma alguna privada o publica.
No podemos seguir en esa distorsión de prioridades y valores, en países más riesgosos las personalidades y personas en riesgo conducen sus vehículos, usan transporte público y los sistemas de protección están en la inteligencia, en los vecinos solidarios, el sentido común para hacer cambios de rutinas, en el bajo perfil y en la reducción de tiempos de exposición.
Cada vez que vea los vehículos, los escoltas y los abusos en las vías piensen que esos recursos deberían estar al servicio de todos, con buena información, inteligencia, presencia institucional, alumbrado público. Haciendo lo mismo no tendremos nunca resultados diferentes.