Señor hazme casto, pero no todavía
domingo, 26 de mayo de 2024
Ramiro Santa
No hay convicción mas férrea que quien aprende por experiencia o vivencias propias y así le ha sucedido a millones de personas donde la desilusión o las situaciones extremas lo han llevado a escenarios de la escucha, introspección y la acciones inimaginadas.
Eso le pasó a Agustín quien estudio educación clásica y filosofía, fue también reconocido por su vida parrandera que le dejo un hijo a los 17 años y terminó por unirse a una secta maniquea en la búsqueda de poder cumplir con su misión de resolver el problema del mal. Luego viajó a Italia para trabajar como profesor y donde conoció las corrientes del neoplatonismo, que sumadas a las enseñanzas del obispo de Milán lo llevaron a una profunda crisis espiritual.
A sus 31 años, este hijo de pagano, escuchó la canción "Tolle, lege" ("Toma y lee") y la curiosidad de filosofo lo llevó a la Biblia donde encontró la invitación a cambiar de vida, dejar el ego, y dedicarse a servir, incluso a los enemigos “andemos de día honestamente…” (13:13-14) momento decisivo pues se hizo bautizar y posteriormente se ordenó como religioso, regresó a su tierra y se dedicó a estudiar y entender las escrituras.
En el museo el Prado hay un óleo sobre lienzo de Guercino llamado San Agustín meditando sobre la Trinidad, y según la historia, él estaba caminando cuando vio a un niño tratando de llenar con el agua de mar un hueco en la playa y entonces le pregunta al infante que es lo que trata de hacer, a los que el niño respondió: “tratando de meter todo el mar acá”, a lo que Agustín le responde que eso no es posible por la evidente inmensidad del mar a lo que el niño le dijo que si aquello era imposible, más imposible era tratar de descifrar el misterio de la Santísima Trinidad.
Otra historia relacionada con el Santo es su afirmación que para los que quieran aprender y quieran saber si Dios existe el tenía muchos argumentos, pero para los que solo querían preguntar por los argumentos para contradecirlos no tenía nada para alimentar su pseudointelectualidad, al recomendarle a San Agustín que eso no se podía decir así, él dijo: “Para quien crea tengo 1000 argumentos para quien no quiera creer no tengo ninguno”
El legado de San Agustín es la búsqueda de la verdad y la relación entre el ser humano y Dios. Esto se refleja en sus escritos La Búsqueda de la Verdad, pues él creía que la verdad es un bien supremo y que buscarla es una de las aspiraciones más nobles del ser humano; Confesiones, donde describe el viaje personal de búsqueda y la importancia de la introspección y la reflexión filosófica y teológica; La Gracia y la Voluntad Humana y Ciudad de Dios, entre otros muchos escritos.
San Agustín de Hipona, nació el 13 de noviembre de 354 en el norte de África, hoy Argelia. Su padre, Patricio, era un pagano que se convirtió al cristianismo en su lecho de muerte, pero su madre, Santa Mónica, era una cristiana devota cuya fe y perseverancia fueron determinantes en conversión de su hijo. Agustín regresó a África, donde fundó una comunidad monástica en Tagaste, en 391, fue ordenado sacerdote y cuatro años más tarde fue consagrado obispo hasta su muerte en 430.
En la realidad actual donde los egos y la ambición son más grandes que los principios, la búsqueda de la verdad y la fe estas enseñanzas siguen guiando a muchas personas en su vida espiritual, familiar, empresarial y hasta política.