El nuevo informe del IPCC destaca que la capacidad de adaptación al cambio climático en el mundo está más condicionada por el nivel de desarrollo de la región o país, que está intrínsecamente ligado a la cultura y a las decisiones políticas.
El factor decisivo no es únicamente el Producto Interno Bruto (PIB), sino también las instituciones políticas y sociales. Un país con recursos pero con corrupción y mala gobernanza verá su capacidad de adaptación muy limitada, afirma el profesor Thomas Bernauer.
Es un asunto de supervivencia. Las naciones más ricas, que además son las que producen la mayor parte de la contaminación, como China (26,6%), Estados Unidos (13,1%), la Unión Europea (9,2%), India (6,8%) y Rusia (4,5%), deberían asumir mayores responsabilidades para apoyar a los países que están contaminando menos, pero que sufren el mayor impacto.
Asimismo, considerando la huella climática de los países contaminadores en el planeta, estos deberían aumentar su apoyo a los países que poseen grandes bosques, importantes ríos, sistemas de agua dulce, corales, manglares y otros activos ambientales. Esto sin abandonar las iniciativas e inversiones contra la pobreza, ya que este es el factor más depredador del planeta.
Más de 300 científicos de casi un centenar de países han producido este año más de 34.000 documentos científicos, los cuales fueron analizados y publicados por Naciones Unidas a través del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).
La conclusión principal es que se debe trabajar de manera más predictiva y preventiva en la adaptación, y llevar a cabo acciones urgentes para controlar y mitigar el aumento de la temperatura.
Con los cambios meteorológicos, cada vez más extremos, hay más evidencias de que los impactos del calentamiento global, cuyos efectos se han estado acumulando durante siglos, son cada vez más evidentes y contundentes en los seres humanos, su hábitat y su calidad de vida.
Durante las temporadas de lluvias, donde todo se inunda, los deslizamientos, las pérdidas de vidas humanas, animales, cultivos e infraestructuras estratégicas son cada vez más frecuentes.
Por otro lado, en las temporadas de calor, los incendios, también cada vez son más devastadores, se registran más víctimas fatales, pérdida de biodiversidad, de agua, de cultivos, ganado, y de empresas, lo que impacta gravemente la seguridad alimentaria, energética y social de la humanidad.
Los expertos insisten en la necesidad de actuar sobre soluciones de adaptación a largo plazo, como la construcción de represas para protegerse de inundaciones catastróficas, asegurar el suministro de agua dulce, el cuidado y la protección de los bosques, la restauración, la reforestación y todas las demás acciones asociadas al preservación de la calidad de la vida.
Es fundamental el cuidado de las zonas costeras, los océanos, los corales y los manglares, que son el principio de la vida, y proteger las costas de las mareas, las corrientes y la furia del mar. Así mismo es urgente restaurar y preservar los manglares y corales, ya que son formas eficaces de enfrentar el aumento del nivel del mar y de mantener la producción de alimentos de gran valor.
En cuanto a las ciudades, se necesitan esfuerzos en la planificación urbana, la ágil movilidad y las zonas verdes. En el campo, es necesario adaptar e incentivar el sector agropecuario, asegurar la producción alimentaria con grandes incentivos y hacer que las infraestructuras sociales, energéticas y de conectividad sean menos vulnerables a los riesgos climáticos.
El reto pues, es convertir la naturaleza en un aliado en la adaptación al cambio climático con rediseños y rescate de los espacios que necesita la misma naturaleza, mejorar la calidad de vida de forma respetuosa con los servicios ecosistémicos y no confrontando a la naturaleza pues está comprobado que el planeta puede existir sin la especie humana, mientras que los humanos no tienen plan B de donde vivir y ser felices.