En estos días se hizo el lanzamiento del libro titulado Superando Barreras: El Impacto del Crédito en el Sector Agrario Colombiano preparado por el actual Gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, con la co-autoría de Mauricio Villamizar, Daniela McAllister, Sara Restrepo, y Juan Davis Hernández; y con el prólogo de José Antonio Ocampo. El trabajo contiene cuatro capítulos principales.
El primero analiza la evolución del crédito agropecuario desde 1990; el segundo aborda el tema del impacto del crédito sobre el agro en Colombia, utilizando además la información proveniente del Censo Nacional Agropecuario de 2014; el tercero, se refiere a la población rural y la calidad de vida en el sector agropecuario; y el cuarto, al impacto del crédito en los productores de café.
El quinto capítulo resume las conclusiones del libro. A lo largo de la obra se muestra que el acceso al crédito ha sido una fuente invaluable de bienestar en el campo, pues ha permitido elevar la productividad, reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de los colombianos.
Se sugiere que para todos los cultivos el acceso al crédito eleva el rendimiento de 2,38 toneladas por hectárea a 2,95 cuando este proviene de los almacenes de insumos agrícolas, a 2,85 cuando proviene de otros bancos y a 2,52 cuando proviene del Banco Agrario.
Igualmente, se encuentra que el acceso al crédito reduce la pobreza, medida con el índice de pobreza multidimensional (IPM). Así mismo, se encuentra un impacto significativo del crédito cafetero en Colombia, tanto en variables relacionadas con la producción como con el nivel de vida de los cafeteros.
En todos los casos se eleva la producción, y en otros, también los rendimientos de la finca. La conveniencia de incrementar la cobertura del crédito y el estímulo al crédito agropecuario en Colombia están plenamente justificados en los resultados del libro.
El tema del crédito a la agricultura ha sido centro de atención de la política agropecuaria del país desde inicios del siglo XX. Al respecto, cabe recordar que la Caja de Crédito Agrario fue creada en 1931 con el objeto expreso de dar acceso al crédito a los pequeños agricultores, quienes por el tamaño de sus predios y su falta de garantías colaterales, no estaban en capacidad de acceder a los servicios de los bancos comerciales.
Para fines de los años 50 la relación de los créditos nuevos a la agricultura de la Caja Agraria y de los bancos comerciales con relación al Producto Interno Bruto del sector agropecuario había alcanzado cerca de un 50%.
A fines de los años 50 e inicios de los años 60 la provisión de crédito agropecuario se fortaleció con instrumentos como la Ley 26 de 1959, el crédito supervisado del Incora para los beneficiarios de la reforma agraria, y, muy especialmente, con las inversiones forzosas sobre depósitos a la vista y a término dirigidas al Fondo Financiero Agrario, entonces manejado como mecanismo de crédito de fomento por el Banco de la República, que sirvieran de redescuento a los créditos a la agricultura canalizados por la Caja Agraria y los bancos comerciales.
Dicho Fondo fue sustituido por el actual Fondo para el Financiamiento del Sector Agrario, Finagro, en virtud de la Ley 16 de 1990, el cual actúa como banco de segundo piso del sector y principal proveedor de crédito para los productores del agro.