En el pasado 7 de agosto se cumplió el primer año de la Segunda Administración Santos. Ese fue un año de grandes vicisitudes económicas y, como consecuencia de estas, el manejo de la economía en el año en curso plantea grandes interrogantes e inmensos retos. Al respecto, cabe recordar que el despegue del gobierno del Presidente Santos, en agosto de 2014, coincidió con el desplome del precio internacional del petróleo, que registró un descenso de 40% durante el segundo semestre y las perspectivas son que estos permanezcan bajos. Como consecuencia de ello, se ha venido ampliando el déficit corriente de la balanza de pagos a un nivel que, hoy en día, supera 6% del PIB y es el más alto entre los países mayores del mundo cuyo seguimiento semanal hace la revista The Economist y se ha provocado una depreciación de la tasa de cambio, que, en el último año, también resulta ser de las más altas según dicha revista. Para evitar un desborde de la inflación, el Banco de la República elevó inicialmente su tasa de intervención, pero en los últimos meses la ha dejado quieta en espera de la evolución de dos indicadores básicos de la economía: la inflación interna y el crecimiento del Producto Interno Bruto. Otro indicador económico que causa preocupación es el desplome ocurrido en el mercado de valores. La caída en el precio de las acciones colombianas en el último año es uno de los mayores del mundo y solo lo supera lo ocurrido en Grecia. Para este año se espera una desaceleración del PIB hasta niveles cercanos a 3% e inclusive inferiores. Del lado positivo, el crecimiento registrado y esperado de la actividad económica de Colombia es uno de los mayores entre los países de América Latina, la tasa de desempleo continúa su patrón descendente y las finanzas públicas están bajo control y se cumple a cabalidad la regla fiscal.
La situación que enfrenta la economía colombiana plantea interrogantes y retos. Surge la incógnita sobre el grado en que la depreciación de la tasa de cambio pueda mitigar el impacto adverso de la caída del petróleo sobre el déficit de la cuenta corriente y el reto de estimular rápidamente otras exportaciones; la incertidumbre sobre la capacidad política que puedan tener las autoridades para priorizar el gasto público en presencia de las negociaciones de paz y las presiones de gasto público que surgen de esta y el reto de adoptar una reforma tributaria, en línea con las recomendaciones de la Comisión, que fortalezca los ingresos fiscales y mejore la estructura del sistema. También, el riesgo que la devaluación pueda ocasionar una transmisión o ‘pass through’ de la inflación que exacerbe las expectativas inflacionarias y el reto sobre el manejo más adecuado que se le debe dar a la política monetaria. Es decir, si esta debe orientarse a controlar la inflación que, hoy en día, supera la banda superior de 4% establecida por su Junta Directiva o, más bien, a estimular la economía dadas las restricciones que plantea la regla fiscal para seguir una política tributaria contra-cíclica como la llevada a cabo por Colombia como respuesta a la Gran Recesión internacional entre el 2007-2009. También las autoridades deben enfrentar el reto de revitalizar el deprimido mercado de valores en un año en el cual el crecimiento de la economía va a ser más lento. Le deseamos éxito al equipo económico del gobierno en la solución de los retos económicos que enfrenta la Administración Santos.