Analistas 22/10/2022

El impuesto a soñar

Roberto Rave Ríos
Presidente ejecutivo Laick - Cofundador Libertank

Es aberrante desconocer la crisis por la que atravesamos no sólo a nivel mundial, sino y con más fuerza a nivel latinoamericano. La pobreza de ideas y líderes se ha sumado a la pobreza monetaria. Corrijo: el vacío de liderazgos y la pobreza en las ideas ha derivado en un aumento de la pobreza monetaria de los colombianos: “La Cepal prevé que la pobreza en el país pasará de 36,3% en 2021 a 38% ó 39,2%”.

La moda, cada vez más latente del aumento del tamaño del Estado ha traído consigo un “enemigo interno”: los emprendimientos de todos los tamaños. Más Estado es igual a menos sueños, a menos empresas a menos emprendimientos. Tal afirmación se confirma cuando nos remitimos al índice de libertad económica, pues a mayor libertad económica más empresas, menos pobreza, mayor ingreso per cápita, más crecimiento del PIB, mayor inversión extranjera, mayor productividad, mejor desarrollo humano, más longevidad, menor mortalidad infantil, mejores servicios de salud y educación, más innovación, menor percepción de corrupción y mejor desempeño medioambiental. Inclusive a tal cuestión habría que sumar las palabras de Margaret Tatcher hace casi 40 años, el 14 de octubre de 1983. “No olvidemos nunca esta verdad fundamental: el Estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. (…). No hay ‘dinero público’, solo hay dinero de los contribuyentes”. En nuestro país en particular el sostenimiento del Estado y su burocracia, está a cargo de los privados. De cada 100 empleos 96 los dan las empresas privadas y para sumar a este dato en Colombia las mismas compañías, responden por más de 95% de los impuestos totales. ¿Qué pasaria entonces si acabamos las empresas o les impedimos que triunfen?

Tales empresas, emprendimientos, negocios o cualquier que sea el sinónimo o remoquete que queramos otorgarles, han sido históricamente el vehículo perfecto para que los sueños de muchos ciudadanos del mundo trasciendan a la realidad. Cualquier idea, cualquier anhelo, inclusive de ayudar, de servir o de cambiar el mundo, transforma la realidad cuando se vuelve una empresa. Afirmaba Alberto Benegas Lynch que “al ingenio del empresario le debemos los alimentos, los medicamentos, los transportes aéreos, marítimos y terrestres, los computadores, los progresos en la cibernética, las comunicaciones, los libros, el teatro, los diques y represas, las tiendas, los comercios, la vestimenta, la refrigeración, los muebles, la edificación y prácticamente todo lo que nos rodea”

Esta semana, Karen Karvajalino, una de las emprendedoras que forma parte del Gremio de los influenciadores y hoy preside la junta de la “ANDI del Futuro” compuesta por los emprendimientos que representan el presente del país, lideró junto a varios congresistas, una audiencia pública sobre la reforma tributaria. Tal vez el congreso nunca había presenciado tantos soñadores juntos, tantos jóvenes que vienen desde abajo construyendo y aportando por medio del emprendimiento a la sociedad. El resumen: “Sin emprendimiento no hay futuro”. Tampoco existe tal cosa como emprendimientos de estrato 6 o emprendimientos de ricos y emprendimientos de pobres. ¿Cuál es la necesidad de disfrazar y separar todo bajo la premisa del odio? Creer que un gravamen solo va a tocar a los que están cursando el camino del éxito es condenar a los millones de soñadores de todas las esquinas de Colombia, que ven en el emprendimiento la mejor manera para salir adelante. Los emprendedores, empresarios del presente pueden contar historias de superación que no encontraríamos en ningún lugar. Sacar adelante una idea y transformarla en empresa es un hito que moviliza países completos.

Bien afirmaba Gabriel Garcia Marquez: “A ustedes, soñadores con menos de cuarenta años, les corresponde la tarea histórica de componer estos entuertos descomunales. Recuerden que las cosas de este mundo, desde los trasplantes de corazón hasta los cuartetos de Beethoven estuvieron en la mente de sus creadores antes de estar en la realidad. No esperen nada de siglo XXI , que es el siglo XXI el que los espera todo de ustedes”. Necesitamos un mundo con menos obstáculos politicos y mas soñadores y hacedores de nuevas realidades por medio de la empresa privada de negocios.

El impuesto a los sueños de los Colombianos, lo llaman impuesto a las empresas o al emprendimiento y no hay indicador o evidencia empírica que soporte en ninguna parte del mundo, la premisa de que creando más obstáculos a los soñadores, construiremos una Colombia mejor.

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