La vaca de la esperanza
Antioquia es Colombia, y como parte de esta gran historia que compone el presente y el futuro de nuestro país, hace falta ser leal con el pasado para honrar las luchas que han forjado a este territorio. Lo de la Vaca no puede transformarse en una simple polémica presidencial, sino que debe trazar el rumbo de Colombia toda en un momento en donde la desesperanza se ha tomado a nuestro pueblo.
La historia de Antioquia ha estado marcada por la utopía de vencer las montañas para sentirse más parte de esa Colombia que llevamos todos en el corazón. Desde sus inicios, los antioqueños se abrieron paso a lomo de mula, combatiendo la inclemente geografía y luchando por uno de sus grandes sueños: el de conectarse más con Colombia y el mundo por medio del Ferrocarril de Antioquia que cruzaba desde Puerto Berrío hasta la Pintada, pasando por Medellín.
Más de 40 años de lucha por terminar el ferrocarril inspiraron al empresario Gonzalo Mejía a emprender su hazaña por la vía aérea, creando el primer aeropuerto de Medellín y por la vía aérea-fluvial habilitando la aero-navegación fluvial por el Magdalena, arteria que une a Colombia. En ese camino por hacer más parte a Antioquia de Colombia y el mundo, Gonzalo Mejía emprendió contra todo pronóstico la tarea de terminar la vía al mar, y para hacerlo apeló a la capacidad que tiene la región arriera, de juntarse en torno a un propósito.
Escribe en una carta de la época Ana Campuzano, a Gonzalo Mejía: “Deseando contribuir con mi pequeño óbolo a la magna obra muy patriota, remito a usted una barra para contribuir con esta ofrenda que por ser mía es muy pequeña... Quisiera que al colocar dicha herramienta en manos de los trabajadores Antioqueños se oyera en las selvas de Urabá, y repercutiera en el mar Caribe este sonoro grito que es toda una epopeya: “llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa”. Parson J.James, salida de Antioquia al mar.
Al respecto, el exgobernador y congresista de la época, Gómez Martínez, expresó en uno de sus discursos: “Había que luchar contra las montañas, los ríos, la selva, pero contra los enemigos más duros: la indiferencia, la incomprensión, la burla, la falta de recursos, la carencia de fe de los hombres. Era más fácil entrarle al riñón de la peña que a la voluntad de un ministro, más sencillo contonear la cordillera que convencer a un banquero; más factible esguazar un río que ablandar un congreso. Pero al frente se encontraba este líder y ante su voluntad y su empeño desaparecieron las dificultades”.
Antioquia tiene en sus venas y en su tradición una enorme capacidad colaborativa, y por eso esta no es la primera ni será la última vaca. Que este símbolo de revolución ciudadana inunde a Colombia toda para que entendamos de una vez que la libertad es el bien supremo que debemos perseguir, porque como dice ese gran memorial ubicado en Washington en honor a los veteranos: “Freedom is not free”.
“Creo en la Antioquia libre de Epifanio; En la Antioquia Altanera en sus enjalmas. En la Antioquia pujante de Gonzalo Mejía, Con bultos de imposibles a la espalda”.
Jorge Robledo Ortiz.