Analistas 29/04/2022

Urge prohibir turismo en páramos

Rodolfo Correa
Expresidente Consa

Hace poco, observamos en el país, con perplejidad, cómo circulaban en redes sociales unas fotografías de los estragos que causa el desarrollo de actividades turísticas en el Páramo del Sol, casa del oso de anteojos, ubicado en el suroccidente del departamento de Antioquia.

En las fotos se podían ver frailejones derribados, basuras acumuladas, zonas de camping, huellas humanas y de mulas en el suelo de este santuario natural. Qué gran tristeza causa este tipo de actos de inconsciencia de la humanidad.

Y surge entonces la pregunta, hombre, ¿cómo es posible que se permita el desarrollo de actividades turísticas en lugares donde la naturaleza necesita permanecer en paz? En los páramos la riqueza natural es inmensa. Estos son fuente determinante en la producción de agua, de estabilidad climática y de conservación de flora y fauna. Es el colmo que los seres humanos lo usemos como “paseadero” y terminemos perturbando la naturaleza por mero capricho derribando incluso plantas con más de 100 años de vida como los frailejones.

Los frailejones son plantas que recogen la humedad del aire y la transforman en agua. Están ubicadas en páramos y gracias a ese proceso natural que ejercen, nutren quebradas, ríos y demás fuentes hídricas.

Según datos científicos, estas especies pueden vivir hasta 100 años y en Colombia están protegidos desde 1993 por la ley. El territorio nacional cuenta con más del 50% de los páramos a nivel mundial y en el existen 91 de 139 especies registradas en el planeta, muchas de ellas endémicas.

Estos ecosistemas están ubicados en zonas montañosas entre los 2.900 y los 5.000 metros de altura. Además de ser fundamentales para la regulación y producción de agua, sus terrenos sirven como hogar para otras especies vegetales y animales como colibríes, conejos y comadrejas.

Los páramos ocupan el 2.5% de la superficie continental del país, alojan una décima parte de la biodiversidad vegetal y 8% de especies endémicas de la flora nacional y ayudan a controlar calentamiento global.

Ahora bien, estos territorios enfrentan actualmente múltiples problemáticas, pues reportan altos índices de poblamiento y ocupación lo que significa profundas transformaciones ecosistémicas. Así mismo, se evidencian altos niveles de degradación y se ha observado también un aumento en la contaminación e invasiones biológicas de donde deriva la pérdida de hábitats y especies. Y para colmo de males, estos ejes ambientales se someten a los efectos del cambio climático que, a finales de este siglo, implicará una variación en la temperatura media en alta montaña que podría incrementar entre 2°C y 4°C.

Ir a maltratar la naturaleza es un verdadero crimen. No puede ser que el negocio de algunos pocos sea suficiente para poner en riesgo la diversidad, la riqueza y estabilidad natural de los territorios.

Realmente es urgente que se prohíba el ingreso a los páramos con fines recreativos. A esos sitios sólo debería permitirse el acceso con propósitos educativos o científicos, de resto, nada bueno se deriva de otro tipo de visitas.

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