Ojo al dato: se estima que en los próximos años la IA - inteligencia artificial- podrá reemplazar hasta 40% de los puestos de trabajo en economías emergentes, 60% en economías avanzadas y 26% en los países con menores ingresos.
De hecho, un informe de Goldman Sachs afirmó que a nivel global, la tecnología y la IA dejarán sin trabajo a unos 300 millones de personas, en los próximos 10 años, que realicen actividades mecánicas o mecanizables y, en general, a todo aquel que no sea capaz de correr más rápido y adaptarse a la “competencia”, ya no solo con los demás humanos, sino con la capacidad de la tecnología de automatizar procesos y de procesar información mecánicamente.
Consecuentemente con la anterior, el riesgo de desaparecer se asocia con los centros de educación superior y en general, con las universidades donde se forma la gente para desarrollar estas actividades.
Esto implica que, en primera medida, el gran desafío que plantea la tecnología y la inteligencia artificial es para el sector de la educación, pues es aquí donde se cualifica al ser humano para el ejercicio científico, técnico o tecnológico de las actividades que implican el desarrollo de nuestra capacidad de trabajo y, lamentablemente, para el grueso de las Instituciones de Educación Superior el ritmo del mundo es mucho más rápido que su capacidad de adaptación.
Ya lo decía el gran filósofo Zygmunt Bauman, cuando haciendo alusión a la vida líquida que estamos experimentado, señalaba que asistimos a los tiempos en los que debemos correr al doble de la velocidad si queremos permanecer en el lugar donde estamos.
Y precisamente esa falta de velocidad en la adaptación hoy le pasa una alta factura al sector educativo y eso se refleja, entre muchos otros factores, en el vertiginoso descenso en el número de estudiantes que tienen, por ejemplo, las Instituciones de Educación Superior privadas que con corte a 2023 reportaban 1.124.889 estudiantes, mientras que en los índices de 2017 se registraban 1.204.524 educandos.
Hoy pues, para sobrevivir, las universidades necesitan adaptarse al contexto económico, tecnológico y social que traviesa la humanidad y eso implica entender que se requieren planes de estudio que convenzan a las nuevas generaciones de que con esas carreras van a poder competir y que serán capaces de dominar la tecnología y que la tecnología no los va a dominar a ellos.
Urge, entonces, que los planes de estudios universitarios incluyan los tres lenguajes que se deben hablar hoy: inglés, español y los lenguajes de programación de software, pero además, todas las carreras, en común, deben formar a sus estudiantes en: introducción a la tecnología y la innovación; análisis de datos y big data; inteligencia artificial y aprendizaje automático; diseño de experiencia de usuario aplicado a las profesiones; emprendimiento tecnológico e innovación; pensamiento creativo y, simultáneamente, se debe recuperar la formación humanística que es esencial para el desarrollo integral de las personas, si, insistimos, no quieren desaparecer.