La Universidad de los Andes, tantas veces a la vanguardia de la innovación, como cuando en 1963 fue la primera institución universitaria en contar con un computador, ha adquirido un computador cuántico.
Es un juguete, pero adecuado para la investigación y la docencia. Para imaginarse de donde sale ese computador hay que remontarse a un principio de la física cuántica, la de las partículas ultrapequeñas, que nada tienen que ver con la física clásica, la de Newton (la frontera entre las dos es la constante de Planck).
Hace 100 años, el físico alemán Werner Heisenberg, premio Nóbel en 1932, enunció un principio básico de la mecánica cuántica: el Principio de la Incertidumbre, que dice los siguiente: “Existen ciertos pares de magnitudes físicas que no pueden ser medidas de forma simultánea con total exactitud”.
Estaba hablando específicamente de la masa y el movimiento de esas partículas pequeñísimas, del ser no ser del Hamlet o del Tao. De esa “incertidumbre” nace la idea teórica del computador cuántico.
Los bits de la computación clásica, la que todos conocen, pueden estar en 1 o 0, pero solo en un estado a la vez. No se pueden hacer los chips normales infinitamente pequeños, ya que hay un límite tras el cual dejan de funcionar correctamente. Cuando se llega a la escala del nanómetro, los electrones se escapan.
En la cuántica, aprovechando la formulación del principio de la incertidumbre, se pasea por una combinación enorme de posibilidades, puesto que no se sabe si una partícula está o no está: son los cúbits (mejor conocidos como qubits, por su sigla inglesa).
Esto ha abierto un horizonte gigantesco a la informática, con el poder de procesar mucho más y mucho más rápido. Es literalmente otro universo. Problemas insolubles pasan a ser un juego de niños cuántico.
Hace apenas 40 años surgió la idea de aprovechar la versatilidad cuántica para aplicarla a la informática. El meollo de las dificultades estaba en domesticar las partículas cuánticas. Se pensó inclusive que no serían útiles para la computación, sino a temperaturas muy bajas e imprácticas. Se ha avanzado, pero el proceso de aprendizaje es continúo.
No son siglos los que separan a don Sancho Jimeno, el adalid de Bocachica en 1697, de la computación cuántica, son eones. Él apenas lograba contar sus morrotas haciendo pilas. Ahora, Google ha presentado este mes un nuevo chip que aunque experimental tarda cinco minutos en resolver un problema que actualmente a las supercomputadoras más rápidas del mundo les llevaría diez cuatrillones de años (o 10.000.000.000.000.000.000.000.000) completar.
Han bautizado Quipu al pequeño computador cuántico de la Universidad de los Andes, en honor a los hilos de comunicación con nudos y colores de los incas, que aún hoy no se descifran.
Es pequeño, de apenas dos qubits, pero reviste todas las condiciones para ser un gigante, que hale al país hacia el básico entrelazamiento y superposición cuánticos. Ese es literalmente el portal de la supercomputación por el que debe entrar.