Analistas 06/09/2018

Argentina en crisis

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Argentina vuelve a ocupar los titulares de la prensa financiera internacional con noticias acerca de salida de capitales, devaluación acelerada y medidas desesperadas, tales como una tasa de interés del Banco Central de 60% anual.

Se anuncian recortes drásticos del gasto público, así como el viaje del Ministro de Economía a Washington a renegociar el reciente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que resultó ser insuficiente para restablecer la estabilidad financiera.

El gobierno del presidente Mauricio Macri está sufriendo las consecuencias de factores externos que escapan a su control, complementadas por desaciertos de manejo económico que han contribuido a una pérdida generalizad de confianza que reduce su margen de maniobra.

Este nuevo episodio en la turbulenta trayectoria de la historia financiera argentina pone de presente que una crisis económica termina por convertirse en una crisis política.

En efecto, el fracaso de la estrategia de estabilización y de crecimiento adoptada al comienzo del gobierno ha desacreditado al equipo económico y coloca en entredicho las posibilidades de la reelección de Macri en el 2019. En lugar de alcanzar la meta de inflación de 15% para este año, se espera una cifra del orden de 35%.

En lugar de retomar la senda del crecimiento, se estima que habrá una caída de la actividad económica. A su turno, la incertidumbre acerca de la eventual sucesión de Macri alimenta la aversión al riesgo de los inversionistas nacionales y extranjeros.

Estas vicisitudes de la nación austral evocan un sentimiento de déjà vu. Parecería que algún sino trágico hubiera condenado a los argentinos al desorden en las finanzas públicas y al incumplimiento de sus compromisos contractuales con los acreedores internacionales.

A la pregunta del presidente Macri acerca del motivo para que el riesgo país de Argentina fuera tan alto, la directora del FMI, Christine Lagarde, le recordó que en 2002 su nación había declarado el default, y que la comunidad internacional no lo había olvidado. Adquirir la reputación de ser un mal pagador resulta ser una práctica costosa.

La recurrencia de las crisis financieras también ha exacerbado el escepticismo de los argentinos hacia los anuncios de austeridad de sus gobernantes.

Cuando la moneda nacional se desploma y la inflación se acelera, como ha sucedido ahora, el reflejo condicionado de particulares y empresarios es ahorrar en dólares, comportamiento que contribuye a agravar el problema.

La acumulación persistente de desequilibrios fiscales reduce la efectividad de la política monetaria y dificulta el control de la inflación. Registrar niveles de inflación de dos dígitos, año tras año, impide que el país disponga de un mercado local de capitales significativo.

Esa carencia conlleva a que tanto el gobierno como las empresas tengan que acudir al crédito externo para financiarse. Lo cual hace a la Argentina particularmente vulnerable a las oscilaciones en los flujos de capitales hacia los mercados emergentes. La adversidad tiene el efecto de concentrar la mente. Es de esperar que el gobierno aproveche esta crisis para impulsar las reformas que Argentina requiere.

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