A nivel personal, el aseo es una manifestación de autoestima. La puntualidad es un indicador de disciplina y de consideración con los demás. A nivel colectivo, el aseo se convierte en una necesidad de salud pública, como resultado de la urbanización. La puntualidad se convierte en un imperativo social a partir de la Revolución Industrial y el surgimiento de los ferrocarriles. En el siglo XIX, la locomotora a vapor y el reloj constituyen los símbolos por excelencia de la modernidad. La importancia que se les asigna al aseo y a la puntualidad es el resultado del desarrollo, más bien que su causa. Desde la perspectiva de las naciones emergentes, podría pensarse que el aseo y la puntualidad son virtudes menores, de trascendencia secundaria.
Dicho esto, cuando esas características se manifiestan a nivel colectivo, es señal de que el proceso de modernización se ha iniciado. A la inversa, el desaseo y la impuntualidad, como formas de comportamiento colectivo, son síntomas de atraso y de subdesarrollo.
El economista argentino Raúl Prebisch relata un episodio que lo marcó. “Estaba utilizando despreocupadamente uno de esos vehículos de tracción humana. En cierto momento me detuve para dar una pequeña vuelta, a pie. Cuando regresé, el hombre que servía de bestia de tiro no se dio cuenta. Pude observarlo y lo vi agachado sacando de una pequeña bolsa un poco de comida, la cual sopesaba como si estuviera midiendo y comparando con el esfuerzo que debía hacer, antes de llevarla a su boca. Tuve la impresión de estar viendo un animal y no a un ser humano”. Esta descripción puede considerarse como un ejemplo de atraso económico y social.
Singapur obtuvo su independencia en 1963. Hizo parte de la Federación de Malasia hasta 1965, año en el que se separó de Malasia y proclamó su soberanía bajo el primer ministro, Lee Kuan Yew, quien gobernó a Singapur con mano férrea hasta 1990, cuando ésta se había convertido en una ciudad estado desarrollada y próspera aplicando políticas públicas diferentes a las que recomendaba Prebisch. En 1980, Singapur tenía la tasa de crecimiento más alta del mundo, 11%, y la tasa de inversión más alta del mundo, 42%. Changi Airport y Singapore Airways están catalogados entre los mejores del mundo. Ver su libro ‘From Third World to First: The Singapore Story 1965-2000’. (Octubre 2006.)
El aseo público, en el aeropuerto y en la ciudad era una obsesión de Lee Kuan Yew. Les impuso sanciones drásticas a quienes arrojaran un papel o un chicle en el piso.
Ni el aseo público ni la puntualidad son prioridades de políticas públicas del presidente Petro. Su indiferencia por el aseo se refleja en el manejo que les dio a las basuras de Bogotá durante su paso por la Alcaldía de la ciudad.
Su falta de puntualidad ya se ha convertido en el distintivo del régimen.