Las superpotencias no acostumbran a hacer virajes súbitos. Tal como sucede con los buques de gran calado, los cambios de rumbo deben hacerse despacio y de manera gradual. El tonelaje de la nave y el impulso que lleva condicionan el mantenimiento de determinada trayectoria.
Cuando por algún motivo, una superpotencia hace en forma inesperada un viraje brusco, tiene lugar un hecho novedoso que afecta no sólo la normalidad cotidiana sino también las relaciones internacionales.
Estados Unidos se encuentra en medio del proceso que conducirá a la conformación de un nuevo gobierno a partir de enero de 2025. Lo que hasta hace aproximadamente un mes se preveía, en medio del desgano generalizado, era la repetición de la contienda electoral de 2020, con Joe Biden y Donald Trump como protagonistas.
Cualquiera que fuera el resultado de la elección presidencial, daría lugar al segundo mandato de uno de los dos. A esa situación se habían acostumbrado las cancillerías de los principales países del mundo.
Lo que las encuestas de opinión revelaban, era que el escenario mencionado conduciría a un descalabro electoral del partido de gobierno y a la pérdida de la Casa Blanca y el Senado por parte de los Demócratas.
Ese era el clima de opinión que prevalecía cuando se llevó a cabo la Convención Republicana entre el 15 y el 18 de julio: la anticipación de una victoria arrolladora en noviembre y el consiguiente desconsuelo por parte del partido Demócrata.
El convencimiento de que la contienda contra Biden sería una marcha triunfal hacia la Oficina Oval indujo a Trump a seleccionar como su compañero de fórmula al senador por Ohio, JD Vance, cuyos pronunciamientos contra el aborto, los inmigrantes, las mujeres y los homosexuales eran música para los oídos de los integrantes de la base del partido, pero ofensivos para quienes conforman la opinión moderada del país.
La estrategia electoral estaba diseñada para descalificar a Joe Biden, de 81 años de edad, como un anciano desorientado e inepto, incapaz de enfrentar los retos y cumplir con las obligaciones inherentes a la jefatura del Estado.
El domingo 21 de julio, el presidente Biden produjo un terremoto político al anunciar que desistía de su aspiración a la reelección, por el bien del partido y por el bien del país. A continuación, expresó su apoyo a la candidatura de la vicepresidenta Kamala Harris, una exfiscal del Estado de California, de 59 años de edad, hija de una madre de la India y un padre de Jamaica.
Este anuncio fue recibido con júbilo por el partido Demócrata y con desconcierto por parte de Donald Trump.
Otto von Bismarck decía que Dios tenía una providencia especial a favor de los tontos, los borrachos y los Estados Unidos de América. Sea eso como fuere, ha surgido la posibilidad de que una hija de inmigrantes logre ocupar el cargo más importante del mundo.