La guerra entre Rusia y Ucrania constituye un choque considerable que ha obligado a revisar a la baja los estimativos de crecimiento económico global. De inmediato, todos los gobiernos del mundo se han visto en la necesidad de absolver dos interrogantes: ¿de cuál lado estamos? y ¿cómo nos afecta esta guerra?
Con respecto al primer interrogante, la respuesta del Gobierno ha sido contundente. Colombia está del lado de las democracias occidentales y condena la agresión rusa a Ucrania. Hubiera sido deseable contar con el concepto previo de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para imprimirle a la decisión presidencial la categoría de política de Estado. No obstante, una eventual consulta a la Comisión habría tenido el mismo resultado, por estar enmarcado en la tradición diplomática del país. Independientemente de las diferencias partidistas, los gobiernos colombianos apoyaron a las democracias occidentales durante las dos guerras mundiales y la guerra de Corea en el siglo pasado.
Algunos podrán argumentar que esas decisiones reflejan el sesgo elitista de la clase dirigente, o de lo que los chavistas denominan la oligarquía neogranadina. Sea eso como fuere, lo que la historia registra es que cuando estalla un conflicto internacional de envergadura, el reflejo condicionado del establecimiento ha sido el de ubicar a Colombia del lado de las democracias occidentales. Si algún gobierno intentara renegar de esa tradición, tropezaría con el rechazo de la opinión pública.
Además de la tradición histórica, Colombia ha desarrollado fuertes vínculos políticos, culturales, comerciales, financieros y de seguridad con las democracias occidentales. El acceso privilegiado a los mercados de esos países es un factor de dinamismo exportador y de inversión que se traduce en crecimiento, generación de empleo y bienestar. El interés nacional, entendido en el sentido más amplio, recomienda valorar y profundizar las relaciones con las democracias occidentales. En el presente contexto, el término Occidente sobrepasa el aspecto geográfico. También incluye a naciones tales como el Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda e Israel. Habida cuenta la decisión de Rusia de intensificar la cooperación militar con varias dictaduras latinoamericanas, la relación especial de socio global de la Otan adquiere relevancia como un componente de la seguridad externa de Colombia.
La respuesta al segundo interrogante es menos sencilla. Depende de variables tales como la dotación de recursos del país, su matriz energética, sus cadenas de abastecimiento y la calidad de sus políticas públicas. En el corto plazo, el impacto sobre Colombia es negativo. Se encarecen los alimentos y la energía. Se dificulta el suministro de bienes importados y se hace más costoso el financiamiento externo.
A mediano plazo puede tener consecuencias positivas, siempre y cuando el país proteja la economía de mercado, no retroceda hacia el proteccionismo, respete la independencia del banco central y permita que los hidrocarburos y el carbón contribuyan a facilitar la transición energética de Colombia en un plazo razonable.