Analistas 26/09/2024

La prudente Colombia

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

Carlos Díaz Alejandro (1937-1985), uno de los economistas latinoamericanos más prestigiosos del siglo pasado, acuñó la frase “La prudente Colombia” para referirse a un país con el cual había establecido estrechos vínculos. Nos habíamos hecho amigos cercanos a principios de la década de los años sesenta en Washington, cuando él trabajaba como asesor del Comité de los Sabios en la Alianza para el Progreso y yo trabajaba en la Embajada de Colombia. Los fines de semana dábamos largas caminadas por el Rock Creek Park, cerca de nuestra casa en Foxhall Village, durante las cuales teníamos conversaciones Urbi et Orbi.

Después de las elecciones de 1966, el presidente electo, Carlos Lleras Restrepo, me invitó a acompañarlo en el nuevo gobierno, en el cual me desempeñé como Secretario Económico de la Presidencia.

Carlos viajaba con frecuencia a Bogotá a visitarme y se alojaba en nuestra casa. En una de sus visitas le promoví una reunión con el presidente Lleras. Carlos le asignaba importancia a que Colombia tuviera una democracia liberal cuando era frecuente encontrar dictaduras en Suramérica. También valoraba que en la formulación de la política económica tuvieran una creciente influencia los funcionarios técnicos.

En 1971 se vinculó a Fedesarrollo como investigador visitante y permaneció varios meses obteniendo material para su libro sobre el régimen de comercio exterior del país. Durante esa estadía se convirtió en el amigo y mentor de la incipiente tecnocracia colombiana.

Nuestras caminadas por Bogotá adquirieron el carácter de un seminario ambulante sobre política económica. Carlos, quien me superaba en inteligencia y en conocimientos, además de ser mi amigo íntimo, se constituyó en mi tutor. Con paciencia y buen criterio, me convenció que la sustitución de importaciones era un callejón sin salida y que lo que le convenía a Colombia era la inserción decidida en la economía internacional.

A la luz de lo que transcurrió posteriormente, (apertura comercial, Tratados de Libre Comercio con las democracias industrializadas e ingreso a la Ocde), puede afirmarse que la mente lúcida de Carlos Díaz tuvo una influencia notable sobre la política económica colombiana.

Carlos apreciaba lo que yo estaba haciendo y seguía con especial interés mis actividades. De manera indirecta, estaba viviendo las experiencias que habría tenido en Cuba, en otras circunstancias históricas.

Carlos siguió visitándome cuando pasé de Fedesarrollo al Ministerio de Hacienda. En una de sus visitas le correspondió acompañarme a un debate en el Congreso en el cual los parlamentarios de mi departamento me reprocharon duramente que, siendo antioqueño, no le diera un trato preferencial a mi tierra natal. Tuve que soportar con estoicismo la andanada de mis paisanos y explicar que mi deber era tratar a todas las regiones del país equitativamente. Lo que para mí fue un rato desagradable, para Carlos fue algo admirable, porque era inconcebible que en ese tiempo tuviera lugar en el Cono Sur un episodio semejante.

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