Según el diplomático francés Gerard Arnaud, ‘Las relaciones internacionales representan la competencia y la cooperación de los Estados, sobre la base de su poder relativo’. Un país semi- industrializado de tamaño mediano como Colombia no puede evitar la participación en temas allende sus fronteras. Pero lo hace de acuerdo con sus características propias.
Una peculiaridad nacional es la poca importancia que se les presta a los temas internacionales en el debate público. En parte, eso se debe a la ausencia de amenazas externas. Nuestros conflictos son de carácter doméstico. También es el reflejo de la visión del mundo originada en una ciudad capital, a 2.600 metros de altura sobre el nivel del mar y a centenares de kilómetros de distancia del agua salada, a pesar de la condición de nación bioceánica.
Sea cual fuere la causa principal, el hecho es que los diferentes gobiernos no han considerado necesario dotar al país de un ministerio de Relaciones Exteriores con cuadros técnicos de alto nivel o de un servicio diplomático profesional. Como resultado, salvo en las posturas constantes, dictadas por la historia o por la geopolítica, los presidentes disponen de un alto grado de discrecionalidad para fijar las directrices de la política exterior del país.
Juan Manuel Santos le asignó prioridad a las relaciones con la Unión Europea, el ingreso a la Ocde y el fortalecimiento de los vínculos de Colombia con el esquema de seguridad occidental en calidad de socio global de la Otan.
Iván Duque privilegió las relaciones bilaterales con Washington, con poca suerte. Los dirigentes del partido de gobierno decidieron intervenir en las elecciones presidenciales de 2020, apostándole a Donald Trump. Esto le hizo poca gracia al partido Demócrata y no contribuyó a facilitar las relaciones de su gobierno con el presidente Joe Biden.
Las preferencias de Gustavo Petro en materia internacional se revelan más bien por el aspecto negativo que por una versión coherente de lo que desea. No le gusta el TLC con Estados Unidos. No considera deseable impulsar el comercio bilateral con ese país. No desea que haya inversión estadounidense en la producción de combustibles fósiles, lo cual se compensaría con un incremento del turismo receptivo.
No le interesa el esquema de integración económica con México, Chile y Perú, La Alianza del Pacífico, a la cual desean ingresar Costa Rica, Ecuador y eventualmente, Panamá. Por acción o por omisión, el comportamiento presidencial refleja una actitud de incomodidad con respecto a conceptos tales como la economía de mercado y la democracia liberal.
Un cambio en la política exterior colombiana, cuyas ventajas para el interés nacional no son evidentes, es el abandono por parte del gobierno del principio de no intervención en asuntos internos de las naciones amigas. Esa innovación ha causado malestar hacia Colombia en los gobiernos de Chile y Perú, así como entre la opinión culta de Argentina.